José Antonio Galindo Domínguez[*] [0000-0001-8093-6922]
La historia global se ha consolidado como un campo historiográfico muy productivo en los circuitos académicos angloparlantes. En las últimas décadas se han fundado revistas especializadas, se han abierto programas de posgrado y han aparecido montones de libros. Sin embargo, en el prolijo mar de producciones intelectuales que se han volcado al estudio del pasado en clave global, son muy pocos los trabajos que abordan a América Latina como objeto de estudio.1 Si los centros de producción de conocimiento del llamado norte global han descuidado esta vasta región, ¿por qué los latinoamericanos no nos hemos arrojado de lleno a la tarea de incursionar en la historia global? ¿Acaso no tiene sentido hacer historia global pensada desde América Latina? En parte, como han explicado los historiadores Carlos Riojas y Stefan Rinke, el desdén por los temas latinoamericanos es consecuencia de la evolución de la disciplina histórica en Occidente: caracterizada por un eurocentrismo radical.2
En este contexto, ¿cómo podemos plantear una agenda de investigación que logre descentrar el programa de la historia global de su eje europeo para dimensionar el lugar de la región latinoamericana en los relatos que dan cuenta del devenir histórico global? Miradas globales desde América Latina. Estudios históricos más allá de lo nacional, un libro colectivo coordinado por los historiadores Matilde Souto Mantecón y Daniel Kent Carrasco, representa precisamente un esfuerzo intelectual por avanzar en la solución de estas interrogantes. Para ello, la obra abre con una introducción que presenta las coordenadas del debate historiográfico latinoamericano en torno al llamado giro global. El recorrido del estado de la cuestión muestra con claridad dos ámbitos problemáticos: la posición periférica de la región en relación con el devenir histórico de Occidente y las limitaciones epistemológicas que el nacionalismo metodológico ha supuesto para las investigaciones históricas latinoamericanas.
De cierta forma, explican los coordinadores de la obra, los historiadores de la región adoptaron las narrativas que colocan los asuntos latinoamericanos en el extremo de Occidente, como una mera extensión o, en el peor de los casos, como una malformación, es decir, América Latina como otro occidente o como el “lado oscuro de la modernidad” (p. 24). Esta lectura, como puede suponerse, desplaza a un segundo plano los acontecimientos históricos propios, y nos permite entender la poca atención que se le ha dado al subcontinente en los relatos globales. Por su parte, el nacionalismo metodológic o se ha mostrado como una zona segura para el quehacer historiográfico que ha limitado la formulación de problemas de investigación que superen las fronteras nacionales.3 Sin embargo, como sugieren Souto Mantecón y Kent Carrasco, ya es tiempo de que América Latina y sus historiadores se aboquen al estudio de lo global desde una perspectiva situada y comprometida intelectualmente.
Miradas globales desde América Latina compila diez ensayos producidos por un conjunto de historiadores jóvenes que exploran el paradigma global a partir de nudos problemáticos que conectan los asuntos latinoamericanos con fenómenos históricos de otras partes del planeta. Para hacerlo, cada uno de los autores del libro ensaya soluciones diversas a partir de un uso creativo de fuentes. Como sabemos, uno de los retos que implica el ejercicio de la historia global es el conjunto documental que nos permite indagar los pasados conectados. Desafortunadamente, no siempre es posible consultar documentación en repositorios lejanos. No obstante, como muestran los capítulos de este volumen, podemos emplear estrategias para sortear estos obstáculos, como la consulta de los archivos digitales disponibles o la revisión crítica de fuentes secundarias cuando no tenemos acceso a los materiales que documentan los fenómenos y proce sos históricos que estudiamos. En este sentido, cada capítulo muestra una forma de resolver este problema por medio de la combinación de fuentes de archivo, fuentes digitales y fuentes publicadas.
El primer capítulo, escrito por Elienahí Nieves Pimentel, explora la fiscalidad imperial hispana en los primeros años del siglo XVI para indagar cómo las transferencias de riqueza conectaron territorios distantes por medio de mecanismos de innovación financiera conocidos como el sistema de situados. Este dispositivo, explica Nieves Pimentel, permitió a la Corona conservar aquellos territorios que no contaban con recursos propios para su defensa. Lo interesante de este estudio, sin embargo, no radica en el análisis del sistema fiscal imperial, sino en la conexión de territorios ajenos al corazón imperial, en particular la Nueva España y las Filipinas, que estos mecanismos hicieron posible.
En el segundo capítulo, Matilde Souto Mantecón e Inés Arroyo Quiroz se adentran en los daños ecológicos que ha traído consigo la expansión del comercio mundial capitalista. Por medio de la indagación de un caso emblemático, la caza de nutrias marinas en la región noroccidental del continente americano, las autoras dan cuenta de la conformación de un espacio en el que se articularon distintas culturas, tanto nativo-americanas como de diversos orígenes europeos, a través del comercio de mercancías de lujo entre tres continentes a partir del siglo xviii. Entre otras cosas, este estudio muestra la necesidad de sondear las conexiones ecoglobales de los problemas históricos para comprender el desarrollo de las cadenas de perturbaciones provocadas por las acciones de los seres humanos.
Por su parte, en el tercer capítulo, Perla Valero examina la salubridad y la higiene como un movimiento sanitarista de escala continental que se presentó a finales del siglo xix como la única barrera contra la enfermedad biológica y social en América Latina. El discurso higienista, explica Valero, se desplegó como un dispositivo civilizatorio de blanqueamiento social en el que las clases bajas cargaron con la culpa de la insalubridad urbana al tiempo que fueron víctimas de un conjunto de prácticas racistas y clasistas. Incorporado como eje de las actividades de los estados latinoamericanos, el higienismo se consolidó por medio de la circulación de conocimientos que orientaron las “intervenciones urbano-sanitarias sobre las clases populares y racializadas” (p. 117). El ensayo de Valero, por lo mismo, nos enseña la pertinencia de examinar las publicaciones especializadas que circularon por las ciudades de América Latina y propone una lectura atinada sobre los ires y venires de las ideas a través de los medios impresos.
En el cuarto capítulo, Diego Antonio Franco se centra en la producción de un objeto global, el Modelo T de la Ford Motor Company, para preguntarse por la circulación de artefactos en distintos contextos locales. En este sentido, expone Franco, la mirada global resulta fundamental para dimensionar las conexiones materiales que se dan entre los lugares de producción y los de consumo, porque es ahí donde “se producen nuevos usos y significados” (p. 143). En su texto, Franco nos muestra cómo un objeto circula en contextos diversos para generar significados inesperados. Durante las primeras décadas del siglo pasado, el Modelo T se convirtió en un ícono del mito individualista del self made man en el corazón del imperio americano. Sin embargo, al mismo tiempo, en el México posrevolucionario la distribución de los vehículos de la Ford sirvió para poner en movimiento un sistema de transportes colectivos que no reflejaba las características culturales de la nación americana, sino las peculiaridades de la sociedad mexicana de la primera mitad del siglo xx.
Para el quinto capítulo, Andrea Torrealba Torre reflexiona sobre las posibilidades que ofrece la comparación de momentos históricos concretos separados en el espacio, pero conectados en el tiempo. Su escrito parte de un cuestionamiento metodológico puntual: ¿las conexiones que construye el historiador son pertinentes para analizar lo global? Por medio del estudio en espejo de la experiencia de la vía chilena al socialismo y el socialismo con rostro humano checoslovaco, Torrealba Torre revela que las conexiones en el campo simbólico son también una herramienta útil para explorar los momentos globales. A través de la comparación de las propuestas políticas y las memorias globales que legaron estos movimientos, la autora presenta los puntos de contacto que nos permiten entender una época de esperanzas reformadoras en el tránsito de los años sesenta a los setenta del siglo xx.
Desde luego, las conexiones en los procesos globales no sólo se revelan ante los ojos del historiador. Como muestra Diego Bautista Páez en el sexto capítulo, los protagonistas de los momentos globales nos dan una pista fundamental para investigar las conexiones de los procesos que vinculan territorios distantes. En su ensayo, Bautista Páez indaga los vínculos entre las experiencias compartidas en los puertos de Buenos Aires y Alejandría en 1919. Ambos puertos fueron un escenario privilegiado donde los procesos de circulación de personas, mercancías e ideas en un circuito ajeno a los horizontes noratlánticos desplegaron las condiciones de posibilidad para que surgiera un movimiento sindicalista revolucionario simultáneo a nivel global. En este sentido, las comunidades transnacionales de trabajadores portuarios son un conjunto de actores fundamentales para comprender la configuración de los momentos globales que marcaron la pauta del devenir histórico de nuestros pasados.
Como vemos, las conexiones forman una parte central del material de análisis que requiere la historia global. Sin embargo, como reconoce Daniel Kent Carrasco en el séptimo capítulo, las conexiones, entrecruzamientos y encuentros son susceptibles de ser interpretados desde el marco comparativo que coloca de manera implícita la trayectoria europea como una referencia primordial. Por lo mismo, el autor propone una nueva lectura de dos realidades históricas separadas -India y México- que se vinculan por las fuerzas de integración global del imperialismo europeo en los últimos quinientos años. Para escapar de la trampa del eurocentrismo, Kent Carrasco postula una manera de afrontar las contradicciones de la perspectiva global: la búsqueda de relaciones entre mundos e historias múltiples. Para ello, recurre a los paralelismos para entregar una interpretación que revela estos espacios como espejos distantes que han reflejado, distorsionado y replicado corrientes ideológicas, económicas, culturales y geopolíticas emanadas del expansionismo europeo.
Si el estudio de lo global nos puede llevar a conectar regiones enteras en periodos de tiempo de larga duración, también nos permite trazar la ruta de figuras clave cuyas trayectorias de vida arrojan luz sobre el desenvolvimiento de los procesos globales. En el octavo capítulo, Diana Alejandra Méndez Rojas sigue los pasos de un científico guatemalteco, Eugenio Schieber, cuyo itinerario vital lo llevó a transitar por los circuitos académicos de América Latina y áfrica, por medio de la vinculación con la Fundación Rockefeller y sus programas de investigación ligados a la revolución verde. En este capítulo, el vaivén de un investigador sirve como guía para examinar la circulación de variedades de maíz, el intercambio de semillas experimentales para enfrentar diversas afectaciones en los cultivos y, sobre todo, los flujos de conocimientos relacionados con el campo. En este texto, la microhistoria global sirve como vehículo de interpretación que pone en diálogo los intercambios mercantiles, los procesos científicos y los desafíos geopolíticos de la segunda mitad del siglo pasado.
Los fenómenos globales, por supuesto, nos invitan a buscar las estrategias adecuadas para encuadrar los fenómenos y poder historiarlos. En el capítulo noveno, Jessica Méndez Mercado se pregunta por el derecho al voto de las mujeres en la región latinoamericana. Para hacerlo, sigue las directrices sintetizadas por Diego Olstein para escribir historia global: comparar, conectar, conceptualizar y contextualizar.4 En una historia de largo plazo, Méndez Mercado observa la consolidación de dos argumentos sufragistas en el campo latinoamericano: uno igualitarista que pugnó por la igualdad universal manifestada a través del derecho al voto y uno dualista que consideró la necesaria complementariedad de los géneros por sus diferencias “naturales”. La autora rastrea el despliegue de estas posturas en los contextos diversos que componen la región para mostrar la fuerza y el arraigo de ambas posiciones.
Por último, Daniel Emilio Rojas nos ofrece, en el décimo capítulo, una sugerente lectura de la diplomacia cultural transpacífica que estableció la República Popular de China con Colombia. En su texto, Rojas analiza las circulaciones periféricas durante la Guerra Fría e identifica una geografía global “que no reproduce los patrones de la historia transatlántica” (p. 353). Con ello, el libro cierra de la mejor forma para mostrarnos la urgencia de ampliar las exploraciones de lo global para lograr una nueva comprensión de las interacciones entre la región latinoamericana y otras partes del mundo.
Miradas globales desde América Latina representa una contribución importante a la historiografía global. Sus diez capítulos no sólo nos abren ventanas para repensar nuestros pasados desde espacios y tiempos diversos, sino que también nos proporcionan herramientas y métodos para explorar nuestras historias desde una perspectiva global.
[1] Como ha mostrado Carlos Riojas, la proporción de artículos dedicados a estudiar la región latinoamericana desde una perspectiva histórica global no supera el diez por ciento en las dos principales revistas académicas dedicadas a la historia global -el Journal of World History y el Journal of Global History. Véase: Carlos Riojas, “Luces y sombras sobre América Latina en una historia global”, en: Esboços: histórias em contextos globais, vol. 26, núm. 41, 2019, p. 46.
[2] Carlos Riojas y Stefan Rinke (coords.), América Latina en la historia global, México: Siglo XXI, 2023, pp. 9-13.
[3] En este sentido, la disponibilidad de temas emanados de los relatos históricos sobre el devenir nacional y la posibilidad de consultar los archivos que resguardan el legado documental de los procesos de formación de los estados-nación explican, hasta cierto punto, la preferencia de los historiadores por los temas de investigación centrados en el ámbito nacional. No se trata, en última instancia, de un celo o fervor nacionalista, sino de las consecuencias de la existencia de un sesgo de disponibilidad.