La espada en el jardín. Presencia de José María Morelos
en la izquierda mexicana, 1929-1965
The sword in the garden. Presence of José María Morelos
in the Mexican Left, 1929-1965
Jaime Ortega Reyna*
Universidad Autónoma Metropolitana - Unidad Xochimilco, México
orcid: 0000-0002-8582-1216
doi: https://doi.org/10.15174/orhi.vi20.10
Fecha de recepción:
25 de abril de 2024
Fecha de aceptación:
11 de octubre de 2024
Resumen: La izquierda mexicana se sumó a la promoción del “culto a [José María] Morelos”, es decir, a la conformación de un sentido totalizante de la historia a partir de la figura del caudillo independentista. Esta proyección hacia dicha figura operaba como un puente entre el pasado y su épica libertaria y el presente, marcado por diversas coyunturas. Con Morelos se ensayó un ejercicio de nacionalizar las ideas del socialismo y el comunismo. El texto muestra los derroteros de esta disputa por una figura insigne de la conformación de la nación, así como las variaciones que tuvo a lo largo de las diversas décadas.
Palabras clave: Independencia, revolución, comunismo, nacionalismo, frente popular, historia.
Abstract: The Mexican left joined the promotion of the “cult of Morelos”, that is, the formation of a totalizing sense of history based on the figure of the independence leader. This projection towards said figure operated as a bridge between the past and his libertarian epic and the present, marked by various situations. With Morelos, an exercise was tried to nationalize the ideas of socialism and communism. The text shows, the course of this dispute over a famous figure in the formation of the nation, as well as the variations it had throughout the various decades.
Keywords: Independence, revolution, communism, nationalism, popular front, history.
* Profesor-investigador del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco. Es jefe del área académica Problemas de América Latina. Estudió Ciencia Política y Estudios Latinoamericanos. Integrante del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII), nivel ii. Autor del libro La raíz nacional-popular. Las izquierdas más allá de la transición, publicado por el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (cemos) en 2024. Ha realizado estancias de investigación en Columbia University y en Hoover Institute de Stanford University.
Contacto: jortega@correo.xoc.uam.mx
Imaginad: una espada
en medio
de un jardín.
Eso es Morelos.
Imaginad:
una pedrada
sobre la alfombra
de una triste fiesta.
Eso es Morelos.
Imaginad:
una llamarada
en almacén logrado por avaricia y robo.
Eso es Morelos.
Carlos Pellicer
Introducción
Este texto se centra en la manera en que las izquierdas mexicanas promovieron y se comprometieron con una interpretación histórica de la figura del cura José María Morelos y Pavón. Se toma como eje fundamental la práctica y experiencia del Partido Comunista Mexicano (pcm), del sector socialista de la Revolución Mexicana y de los más radicalizados del nacionalismo-popular. Además, se revisa la forma específica en que el “héroe” independentista hizo parte de la cultura política de dicha identidad política. Las fuentes documentales de las que se echa mano pertenecen mayoritariamente a las variantes comunistas, aunque para los otros casos se consultan publicaciones significativas o de relevancia cultural. Se espera con ello mostrar una presencia nacional dentro del cosmos de una ideología que reclamaba un carácter internacional. Con ello, además, se pretende mostrar el venéreo intelectual de las formaciones políticas e ideológicas que se hicieron cargo de la reinterpretación del pasado en una determinada clave comprensiva.
Esta manera de elaborar la formación interpretativa y conceptual de las izquierdas dentro del despliegue histórico local contrasta con algunas aseveraciones dispersas, aunque influyentes en un cierto entorno social, mismas que adjudicaban una extrañeza de dicho conglomerado político frente a la historia nacional. Por ejemplo, en la obra de Elena Poniatowska La noche de Tlatelolco se recoge la solicitud del Consejo Nacional de Huelga en 1968 a propósito del vínculo con figuras externas: “No carguen pancartas del Che, ¡ni de Mao! ¡Ahora vamos a llevar la figura de Hidalgo, la de Morelos, la de Zapata, pá [sic] que no digan! ¡Son nuestros héroes! ¡Viva Zapata!”.1 Otra versión similar, más amplia y enriquecedora, ha sido la legada por Paco Ignacio Taibo II, quien escribió:
Éramos extranjeros también en la historia. No veníamos del pasado nacional. No sabíamos por qué, pero el pasado era un territorio internacional donde se producían revoluciones y novelas, no un territorio local y popular. A duras penas sabíamos del movimiento ferrocarrilero y de Demetrio Vallejo, su líder encarcelado; habíamos oído hablar de Rubén Jaramillo, pero éramos incapaces de recontar su historia. Nada teníamos que ver con Morelos, con Zapata, con Villa, con Vicente Guerrero, con Hidalgo, con Leandro Valle, con Guillermo Prieto, con Mina. Eran personajes de la historia ajena que aburridos burócratas preparatorianos que ejercían de profesores, habían tratado de desenseñarnos; eran cuando más nombres de calles. Extranjeros de país y de historia.2
Por supuesto, esta disposición heurística tiene que ver con miradas personales y momentos de tensión muy específicos. En el caso de los relatos sostenidos, Poniatowska revela en su libro una consecuencia del ambiente de represión anticomunista, asociada a la condición “extranjera” de la ideología combatida por el autoritarismo; y en el de Taibo II, se muestra el proceso de vaciamiento y burocratización de la enseñanza, marcada por la apropiación de símbolos por el régimen autoritario desde la década de 1940. Estas intervenciones, ampliamente popularizadas, parecían conceder legitimidad a la interpretación que enfatiza el desencuentro entre una mirada de la historia nacional y la ubicación de una corriente política al seno de ella.
Sin embargo, vale la pena preguntarse si efectivamente el cosmos de las izquierdas mexicanas era ignorante y ciego frente a la construcción intelectual denominada genéricamente como historia nacional. En este texto queremos cuestionar la idea a partir de revisar el espacio cultural que ocupó una figura de suma importancia para la conformación de la idea misma de nación, como lo fue el cura y general José María Morelos y Pavón. La presencia de dicho “héroe” en la izquierda comunista y socialista acompañó una parte significativa de la historia de esa identidad política, y puede ser vista como una de las más recurrentes en ser interpretada y disputada frente a su subsunción por el discurso oficialista. Esto resulta importante si pensamos que no se trataba de un espacio académico ni intelectual, sino de un lugar de militancia y formación política, en muchas ocasiones asediado por el autoritarismo gubernamental. Se trató de una forma específica de la cultura política, que intentó colocar a la izquierda en el proceso mismo de la conformación nacional y a la que se le dio importancia mayúscula al avanzar el proceso posrevolucionario.
Nuestra explicación parte de configurar una noción amplia de izquierda que, mediadas por el filtro ideológico posrevolucionario, tuvieron que atender dos dimensiones. En primer lugar, la cuestión local, teñida por un halo revolucionario en la conformación de la estatalidad y de la nación, situación que perfiló decididamente el proceso posterior a 1917 como el de una “tercera revolución” que dio continuidad a los acontecimientos de 1810 y 1857, ambos leídos en clave de ruptura política frente a las élites. En segundo lugar, su carácter internacional, pues las izquierdas socialistas y comunistas eran directamente producto de la onda expansiva del Octubre revolucionario ruso, que más tarde recibirían —o rechazarían— la presencia del Estado soviético como promotor discursivo de los horizontes emancipatorios. La particularidad del comunismo mexicano (pero generalizable a otras expresiones de la izquierda), desde su nacimiento fue el navegar entre estas dos perspectivas: la de la Revolución Mexicana (misma que reinterpretaba en forma de canon el pasado de la nación), que se afirmaba como un orden institucional basado en el nacionalismo, y la de la soviética, espacio que configuró el horizonte de futuro y aspiración. De alguna manera, el tratamiento que estas identidades izquierdistas asumieron del cura era una consecuencia del impacto de la Revolución Mexicana en la conformación ideológica en clave universal como lo fue el socialismo. Ello significa que para las izquierdas mexicanas la mirada al pasado de la nación tenía como filtro obligado el aún palpable periodo de la Revolución Mexicana.
Lo que intentamos demostrar con este ejemplo es que existió en las izquierdas un decidido intento de nacionalizar el socialismo como experiencia histórica. Es decir, de reconocer que la universalidad de aquellas ideas de emancipación no provenía de su carácter externo, sino de hacer diálogo y simbiosis con tendencias arraigadas en el suelo mismo de la historia local, con personajes y procesos que irrumpieron en la conformación de un sentido profundo que le permitió conformar lo nacional. Este proceso, a medio camino entre lo ideológico y lo interpretativo, contó con aliados intelectuales y se desplegó en distintas organizaciones y partidos. En ellos la historia era vista no como terreno de especialistas, ni como pasado muerto y distante, sino como un sentido a disputarse en el horizonte de construir una forma ideológica que permitiera vincular temporalidades diferenciadas, es decir, imaginar el futuro en un constante trabajo de tensión con el pasado. Operación que tramaba las gestas del pueblo mexicano, tanto en su origen histórico como en el de un presente que atraía a dichas figuras al campo del orden establecido.
Por supuesto, este proceso no estuvo al margen de los cambios y transformaciones del horizonte ideológico nacional e internacional, que sufrieron tanto las izquierdas como la élite que configuró la estatalidad mexicana. Como mostraremos, la emergencia del intento de nacionalización de las ideologías socialistas y comunistas comenzará a tomar forma hacia finales de la década de 1920, se ampliarán durante el cardenismo, asumiendo un rumbo “antifascista” (visto como lo efectivamente extranjero) en la década de 1940, y tendrán su último grado de intensidad en las décadas de 1950 y 1960, marcadas por un clima de represión y autoritarismo generalizado.
Triada izquierdista
Por la seña de identidad de izquierda, no podemos referirnos a una sola fuerza política, sino a un conjunto de esfuerzos organizativos y personales que dieron horizonte ampliado a dicha matriz. En este texto escalaremos las referencias a tres vertientes de ella. La primera, el comunismo de horizonte universal, cuyo eje es el comunismo; la segunda, el socialismo de la Revolución Mexicana y, finalmente, el ala izquierda de la Revolución Mexicana, cuya articulación a inicios de la década de 1960 habilitó la convergencia del Movimiento de Liberación Nacional (mln). Dentro de la estela cronológica, fue el Partido Comunista Mexicano (pcm) la primera de estas variantes que vio la luz al fundarse en 1919. Más tarde se sumaría la disidencia de esta organización, durante la década de 1950, en el Partido Obrero Campesino Mexicano (pocm) y la competencia al comunismo por una vía igualmente prosoviética, a la que hemos denominado socialismo de la Revolución Mexicana, encarnado en Vicente Lombardo Toledano y en el Partido Popular —después rebautizado como Socialista (pps)—. Podemos pensar que se trata de un conjunto heterogéneo, pero que da muestra de la polifonía que interviene, desde cierto lugar de enunciación de corte universalista, en la construcción de la historia nacional.
Como lo han mostrado las aproximaciones recientes en el campo de la historiografía con respecto a los callejones aledaños por donde circuló el universalismo socialista, es pertinente no perder de vista variantes como las izquierdas específicamente nacionalistas, católicas y de otras estirpes, que convivieron, compitieron y convergieron con las izquierdas. En el caso de los trabajos de Carlos Illades3 y Ariel Rodríguez Kuri,4 es posible mirar un conjunto colaborativo amplio, en tanto que las obras de Massimo Modonesi5 y Arturo Anguiano6 refieren sobre todo a procesos de separación. Este elemento historiográfico resulta crucial, pues muestra una pluralidad y tensión, desde el origen mismo de la forma moderna de la sociedad y el Estado, por parte de las izquierdas, aun antes del advenimiento de mecanismos de reinvención como lo fue la “nueva izquierda” en la década de 1960.
En este sentido, es pertinente señalar que las izquierdas a las que nos referimos —socialistas y comunistas— no siempre estuvieron comprometidas con la construcción histórica de la nación, pues durante algunos periodos pesó más su estirpe internacionalista. En su nacimiento, en 1919, el pcm se fraguó como una opción que respondía a la ola expansiva del internacionalismo proletario de la Revolución de octubre, cuya seña de identidad, además, se reforzó a partir de la adhesión a la Internacional Comunista. En este periodo se asumió que el pcm era una sección, entre otras, del partido que buscaba organizar la revolución global. La acción trasnacional y trascontinental atrajo a numerosos personajes hacia la fundación y primeros congresos del pcm, como se ha descrito en los trabajos avocados al periodo inicial de vida de la organización. Éstos incluyen a militantes norteamericanos, hindúes y japoneses. La composición multinacional no era extraña en los partidos comunistas del mundo, y la presencia organizativa de dirigentes de otras latitudes era una práctica recurrente. Un salto importante en la nacionalización del comunismo se dio en 1924, con la fundación de El Machete como parte del impulso dado por un grupo de intelectuales asociados al Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores, que si bien estaban influidos por el octubre revolucionario, también lo estaban por el periodo de la guerra civil mexicana. En las denominadas dos primeras épocas de esta publicación —1924-1928 la primera y 1928-1934 la segunda— es perceptible el privilegio europeo-soviético de la construcción de una narrativa que organizara el lugar del partido en la historia.
En esta primera etapa aparecen referidas pocas figuras nacionales. La primera es Emiliano Zapata, de quien el comunismo siempre se asumirá como su heredero. Hasta ahora no existe un estudio sobre el uso del comunismo y de las izquierdas por parte de la figura del líder agrarista. El trabajo de Brunk,7 que es en buena medida el más exhaustivo, sólo abarca en esta época las tensiones que Zapata genera en los inestables círculos de poder o de aspirantes a ingresar en él. El comunismo, desde una etapa temprana, imprimió su propia interpretación de la gesta del Ejército Libertador del Sur. En ese sentido, es muy importante el grabado en donde se alude a que el lema que expresa la lucha del caudillo del sur es “La tierra es de la comunidad y su producto de quien la trabaja”8 en clara oposición a la consigna con un tufo más individualista de “La tierra es de quien la trabaja”. Ocasionalmente, en este periodo aparece referido Ricardo Flores Magón, lo cual se puede pensar como un guiño al anarquismo, ideología que también habitó el entramado de la cosmovisión del comunismo en su primer lustro de vida. Los íconos que hoy consideramos de la gesta nacional, como el padre Miguel Hidalgo o la propia fecha del 15 de septiembre como motivo de reflexión y conmemoración, no tendrán lugar en las páginas de la principal fuente de expresión del comunismo durante ese periodo.
Dentro del campo ideológico mexicano, el pcm fue la única organización que atravesó el trayecto de un horizonte exclusivamente universalista, con las figuras de Karl Marx y V. I. Lenin como estandarte, a un proceso de intensa nacionalización, aunque nunca abandonó su brújula global. Las organizaciones de las que echamos manos en sus publicaciones, así como de algunos intelectuales, se comprometieron con el ánimo nacional en la década de 1930. Casi al final de la resolución del VII Congreso en 1939, los comunistas resolvieron: “Queremos dar la idea clara, inequívoca, de la mexicanidad de nuestro Partido. Queremos ser el partido heredero y depositario de las mejores tradiciones de nuestro pueblo, en su prolongada lucha por las libertades y por una vida mejor, desde Hidalgo y Morelos hasta Zapata y Cárdenas”.9
En esta línea, el trabajo reciente de Arturo Jiménez señala la importancia que tuvo en el comunismo global la perspectiva del Frente Popular como un momento de reformulación de su estrategia discursiva. Desde su punto de vista, la búsqueda de esa gran alianza y la caracterización de México como una “semicolonia” permitieron la emergencia de esta recuperación nacional. Efectivamente, coincidimos con lo señala este autor:
La idea de apelar a los sentimientos patrioticos del pueblo es semejante a lo que el líder de los comunistas franceses hizo cuando empezó a funcionar el frente popular en su país. Maurice Thorez reivindicaba la figura de Juana de Arco y empezó a utilizar en su discurso los sentimientos patrióticos como una forma de atraerse el favor del pueblo. Esta posición no solo se manifestó en la concepción comunista de la historia nacional, sino también en los nombres de algunas de las células y organizaciones comunistas, a las que denominaron con los nombres de héroes mexicanos como Emiliano Zapata o Miguel Hidalgo.10
Tal como se desprende de este autor, es indudable que la “ideología de la Revolución Mexicana” se convirtió en un código cultural que habilitó la relectura de la historia como una gran gesta para construir la nación. Encendida la llama nacionalrevolucionaria en el cardenismo, ésta dejó secuelas de amplio calado, pues sus huellas se pudieron extender hacia la década de 1960. El cardenismo colocó a México en el mundo —con una fuerte inspiración antifascista— y gestó una polarización en donde lo revolucionario, lo progresista y nacional quedaba de un lado y lo contrarrevolucionario, reaccionario y pro-imperialista (o pronazi-fascista) de otro. Las implicaciones de esa operación ideológica fueron muy amplias, pues encontraron al pcm en un momento de intenso compromiso con el gobierno de Cárdenas y a varios personajes asociados a las izquierdas con la posibilidad de ascender en el juego político.
En este periodo la centralidad del pcm se explica por el vínculo que esta organización insistió en fomentar con las clases trabajadoras del campo y de la ciudad, y que le habían dejado sendos dividendos de influencia en sindicatos nacionales como el de los ferrocarrileros, misma que se verificó en su posición de decisión durante los primeros años de vida de la Confederación de Trabajadores de México (ctm). Igualmente, como los propios comunistas reflexionaron, su peso en la Secretaría de Educación Pública en esos años abrió la posibilidad de una militancia masiva.
Por su parte, como lo ha mostrado la historiografía, el pcm entró en un proceso de debilitamiento y crisis en la década de 1940. Su compromiso con la perspectiva de la “Unidad a toda costa” lo llevó a apoyar tanto a Manuel Ávila Camacho —candidato del Partido de la Revolución Mexicana (prm)— como a Miguel Alemán Valdés, en los albores del nacimiento del Partido Revolucionario Institucional (pri). Su posición no fue extraña, sino más bien concordante con la izquierda de la época, quizá con la única excepción de Narciso Bassols, quien desde el periódico Combate defendió en un solo movimiento la postura antifascista y antiimperialista, al tiempo que criticó duramente al presidente Ávila Camacho. La crisis del pcm era producto de la subordinación ideológica doble, tanto a la afirmación de que Revolución Mexicana avanzaba incontenible, como a la perspectiva de que el modelo socialista se representaba de manera prístina en la Unión Soviética. Esta situación generó un transcurso degenerativo que devino en procesos de expulsión de personajes como Valentín Campa y Hernán Laborde en 1940 o los de Carlos Sánchez Cárdenas y Miguel Ángel “el Ratón” Velasco en 1948. Estos procesos dieron nacimiento al Partido Obrero Campesino Mexicano (pocm), una organización que actuó en la década de 1950 con la firme intención de reencausar a la Revolución por la vía de la crítica del gobierno en turno. Su lema partidario no deja lugar a dudas: “Al socialismo por la Revolución Mexicana”.
Otras organizaciones que mencionaremos aquí se relacionan con el nombre de Vicente Lombardo Toledano. El poblano es la figura más característica de la doble filiación del horizonte global en pro de la bandera que ondeaba en la Unión Soviética y el esfuerzo nacionalizador-popular mexicano, lo que le implicó tejer alianzas de las que no salió siempre bien parado. Fundador de instituciones como la Confederación de Trabajadores de México o la Universidad Obrera, éstas darían nacimiento a publicaciones como El Popular o Fragua, a las que referiremos. De formación abogado, el también intelectual alcanzó grandes logros en la arena mundial en la época cardenista, y aunque se mantuvo aliado al poder hasta finales de la década de 1940, es una figura clave para el diálogo entre un marxismo de cuño cientificista y la perspectiva “humanista” de la épica de la Revolución Mexicana. En su interpretación, México y su Revolución jugaban un papel fundamental en el escenario mundial, pues al sostener una posición anti-imperialista se socavaba la posibilidad de dominación norteamericana, contribuyendo con ello al horizonte socialista encabezado por la Unión Soviética. El tiempo para el socialismo en México sólo podría darse cuando la Revolución Mexicana asfaltara el sendero por el cual unas renovadas fuerzas productivas permitieran al moderno proletariado dar el salto de cantidad en cualidad. Los recientes estudios que hay sobre su trayectoria y obra nos permiten imaginar un personaje más complejo que al que estamos acostumbrados tras la pérdida de la hegemonía intelectual sobre el conjunto de las izquierdas en la década de 1960. En buena medida, el declive del lombardismo es también el de una interpretación de la historia nacional enmarcada en la lectura teleológica, que era, en muchos sentidos, una narración épica del pueblo en la conquista de su libertad.
Finalmente, y de manera muy sucinta, se referirá a la vertiente “nacional-popular” que, heredera del legado cardenista, asumió que la Revolución Mexicana era un proceso vivo, que se reactualizaba al calor de los grandes procesos de descolonización. Su bandera fue la soberanía nacional y la defensa de las conquistas sociales. Bajo el mando y prestigio del general Lázaro Cárdenas, se fundó el Movimiento de Liberación Nacional (mln), que reunió a importantes segmentos de las izquierdas (entre ellos al comunismo y al socialismo lombardista) que volvieron a ser actores nacionales durante el periodo 1961-1965. El mln cobijó a personalidades distinguidas en el campo de la defensa de la soberanía nacional como el economista Alonso Aguilar Monteverde y el ingeniero Heberto Castillo. Como lo ha mostrado la historiografía a propósito del mln, su compromiso político con la Revolución Mexicana convivió con el impulso dado por la Revolución Cubana, manteniéndose en un lugar ambiguo. Aquí interesa particularmente en el periodo de la conducción del ingeniero Castillo, pues en él veremos una cierta tentativa de articulación discursiva en torno a Morelos.
Por supuesto, además de las organizaciones partidarias se encuentran las y los intelectuales que animaron algunas de estas discusiones, y cuya pluma suele asociarse a las izquierdas. Se trata de una generación de historiadores que fue conociendo el marxismo y que se vio comprometida políticamente tanto con el comunismo como con el cardenismo, así como con otras causas progresistas de la época, como lo era la defensa de la paz o la lucha antifascista. Su presencia se deja sentir hacia finales de la década de 1920, y continuará apareciendo de manera esporádica en las décadas subsiguientes. Las interpretaciones de algunos de esos autores seguirán hasta la década de 1960, como veremos.
La importancia de una mirada como éstas es que permite colocar un punto de vista distinto en la conformación ideológica, no sólo en los programas partidarios, sino en una cultura política que interpelaba a los militantes como parte de un proceso tanto global como nacional. Esta perspectiva ha sido desatendida por la historiografía, salvo la excepción del trabajo de Jiménez, aunque él lo limita temporalmente. Una mirada de la forma reproductiva de la ideología permite mirar los horizontes interpretativos más allá de coyunturas específicas.
Morelos y su presencia en las izquierdas
En 1983, Vicente Leñero lanzó su obra de teatro titulada El martirio de Morelos. Esta obra entró en una espiral polémica al amagar con ser prohibida su representación en la Universidad Nacional Autónoma de México, dado su aparente efecto “desmitificador”. Entre los defensores del trabajo de Leñero se encontró el reconocido historiador marxista Enrique Semo, en tanto que el periódico del Partido Socialista Unificado de México —heredero del pcm, que fue disuelto en 1981— reseñó la polémica y la puesta en escena.11 La discusión en torno a Morelos ocupaba cierto espacio en el debate público, pues el presidente Miguel de la Madrid, reconocía Leñero, practicaba “el culto a Morelos”. La figura independentista había acompañado al candidato del Partido Revolucionario Institucional (pri), y en 1985 se conmemoraron algunos eventos en su honor. En este periodo, a pesar de la grave crisis económica, diversas secretarías de Estado lanzaron lujusos libros en conmemoración del insurgente.
Hasta ese momento parece que el “culto a Morelos” pertenecía sobre todo a la élite política, que afincada en una “visión de Estado” había cumplido en reiteradas ocasiones con el ritual de homenajear al “héroe”. Incluso la editorial del pri publicó al insigne militante de la izquierda intelectual, José Chávez Morado, su El sitio de Cuautla. Lo normal es pensar que al ser el pri la encarnación del discurso del “nacionalismo revolucionario”, Morelos apareciera en el panteón de los padres y madres de la patria. Pero el comunismo y las izquierdas en su conjunto disputaron desde muy temprana hora aquel legado.
Los inicios de este intento de relectura radical de Morelos se dieron de la mano del historiador y diplomático Rafael Ramos Pedrueza, quien en una conferencia dictada en 1929 planteó, por primera vez, la línea de continuidad entre el ideal del socialismo moderno y el proceso revolucionario insurgente. Dictada con motivo del aniversario 114 del asesinato del cura, Ramos Pedrueza señaló que el mérito principal de Morelos recaía no en lo militar, sino en lo social (otros, como veremos, pondrán el acento en lo político). Ello porque “Morelos amó a los humildes, a los desposeídos; escuchó sus gritos dolorosos; vio sangrar sus heridas; tuvo conciencia del derecho y de la fuerza del proletariado mexicano”.12 Desde el argumento del conferencista, sólo con el advenimiento de la Revolución Mexicana se pudieron conocer algunos documentos que colocaban a Morelos como un artífice del socialismo, particularmente aquellos papeles que tienen que ver con el decreto de confiscación de tierras. Sin saberlo, este “proto-historiador marxista” colocó los cimientos de lo que serían las interpretaciones en las siguientes décadas.
Otro documento importante de esta época es el folleto Morelos que se presentó como la “Contribución de alumnos del curso de historia del tercer año de la escuela secundaria No. 6 a la liberación del 1 de mayo”, publicado por los Talleres Gráficos de la Nación y dirigidos por la profesora Adelina Zendejas. Firmado por Olga Contreras, se hace un repaso de la vida de Morelos que concluye:
“Morelos no pensaba, no podía pensar en aquel tiempo, en un comunismo como forma superior al nacionalismo, pero su conducta, o mejor dicho, sus palabras, nos demuestran que fue socialistas, que ya tenía un concepto superior y por lo mismo una mirada alta de las cosas [...] En suma, ideas de esta especie son las que nos muestran al Morelos auténtico: al Morelos revolucionario, al Morelos guerrero y al Morelos socialista”.13
Las bases se sentaron en estos documentos, que son el inicio de un proceso de recuperación de la figura, pero que encontraron impulso en los siguientes lustros.
En la época de ascenso de la movilización bajo el cardenismo, como ha señalado Jiménez, El Machete comenzó a publicar diversos textos que analizan el proceso de independencia. En 1936, con motivo del 15 de septiembre, aparece en la portada de la prensa comunista un grabado que muestra al cura Hidalgo y a Morelos dirigiendo al pueblo de México. Atrás, los contingentes alzan mantas echando vivas al Frente Popular y a la soberanía de la nación. En ese momento aparecen textos titulados “Descendemos de Hidalgo”, así como biografías de personajes diversos, entre ellos, Josefa Ortiz de Domínguez. En el caso de Morelos, aparece un fragmento de un libro de Alfonso Teja Zabre. El título del documento es “La obra política de Morelos”, en donde destaca el llamado a la formación del Congreso de Chilpancingo, remarcándose su lucha contra los ricos. Analizando aquellos documentos, indica: “Como se ve, estas instrucciones tienen dos propósitos: uno, netamente militar y otro, político y social. Son de gran alcance y trascendencia como anticipación de las tendencias radicales de la Revolución Moderna”.14
Para el año siguiente, en 1937, El Machete presenta un número especial compuesto de cincuenta páginas. Se incluyen, a una plana, grabados de Hidalgo y Morelos y otro más con los “Niños Héroes” flanqueados por Hidalgo y Cárdenas. Además, textos variados sobre “Las heroínas de la Independencia”, “Allende el mosquetero de la independencia”, “El himno nacional y la bandera tricolor”, “Los precursores de la Independencia”, “El general don Juan Álvarez”, “El periodismo durante la Guerra de la Independencia”. De igual manera, se incluye un texto de Manuel Payno sobre “El pípila” y del secretario general del pcm, Hernán Laborde, titulado “El 16 de septiembre de 1937”. Como en otras ocasiones, se reproduce “Los preceptos constitucionales D. José Ma. Morelos y Pavón”, acompañado con un fresco de Francisco Gutiérrez. También se incluye el texto de Rafael Ramos Pedrueza, bajo el título “José M. Morelos, precursor de las reivindicaciones agrarias”. En este texto se habla de la “tempestuosa personalidad” de quien “fue un representante de las clases explotadas, que lo siguieron en la lucha resueltamente, impulsadas por la necesidad de vivir, ante la amenaza de perecer a causa de la espantosa miseria que sufrían. Morelos declaró enemigos a los españoles y criollos ricos, no a los pobres [...]”.15 El historiador fue, en esta década, sin duda el más claro constructor de esta imagen de un Morelos en favor de los explotados, en cuya intención se denota la pretensión de hacerlo parte de una tradición política.
En aquel momento, de particular importancia para el pcm por el crecimiento de su militante —asunto que no se repetiría—, cundió la idea de que el pri era la versión mexicana del Frente Popular al que debían fortalecer. Esta posición orilló a los comunistas a modificar algunas de sus actividades. Uno de ellos fue el cambio del nombre de su prensa. El Machete dejó de existir en septiembre de 1938 y dio paso a La Voz de México. Esta publicación fue la más longeva, comenzando a aparecer desde el señalado año y llegando hasta 1974. Su existencia coincide con la crisis de las décadas de 1940 y 1950 y la recomposición ideológica comenzada en 1960. Veremos ahora lo producido entre 1938 y 1965.
Para septiembre de 1938, la presencia de la épica nacional se deja sentir con fuerza. Un relato de Heriberto Frías, recuperado en las páginas de la prensa militante, da cuenta sobre el sitio de Cuautla, señalando a este acontecimiento como una “génesis de relámpagos”.16 En tanto que el dirigente agrario de la zona de Michoacán, Miguel Ángel “el Ratón” Velasco, dedicó un ensayo a la cuestión agraria en la historia de México, deteniéndose en la figura de Morelos con el siguiente comentario: “La guerra de Independencia fue motivada, sobre todo, por la tremenda desigualdad en la distribución de la tierra. Este motivo aparece con toda claridad en las diferentes disposiciones y escritos de Morelos, el cual con toda justicia se le considera como el precursor de nuestra revolución agraria”.17 Esta interpretación era común en la época. El secretario general del pcm, Hernán Laborde, dictó una larga conferencia que apareció titulada como La revolución de independencia, en donde se vinculó a los héroes independentistas con la coyuntura: “Salta a la vista que estos documentos de Hidalgo y Morelos son documentos actuales; y en más de un discurso y en más de una proclama del Presidente Cárdenas percibimos el eco glorioso de la voz de Hidalgo y de la voz de Morelos”.18 Y es que, para el dirigente comunista, “El contenido social de la revolución y su aspecto agrario son más visibles todavía en Morelos. Ustedes conocen el famoso decreto de Morelos; el primer gran documento de los anales de nuestra Revolución Popular”.19 Para Laborde, aquella revolución se truncó debido a la traición criolla, que en los momentos que escribe encuentra continuidad en las acciones de Saturnino Cedillo y José Vasconcelos. Con Laborde, el puente entre ese pasado revolucionario y la “primavera del pueblo” cardenista se daba también en la conformación de adversarios. Por ello, no es raro que en el diciembre de ese 1938, la portada de La Voz de México presentara un pequeño dibujo de Morelos, donde se podía leer una nota informativa que decía: “El aniversario del fusilamiento del generalísimo José María Morelos fue grandiosamente celebrado en esta capital y en San Cristóbal Ecatepec”.20
La perspectiva que cultivó la admiración por Morelos no se circunscribió a la izquierda comunista. En El Popular, por entonces órgano de difusión de la Confederación de Trabajadores de México, se dedicó, al finalizar esa década, sendas notas aclamatorias al insurgente. Es importante contrastar con esta forma expresiva, por entonces en manos del socialismo de Lombardo Toledano. Por ejemplo, bajo la pluma recuperada del intelectual Francisco Sosa se realizó un esbozo biográfico que comprendió, además, una brevísima revisión de lo que se había escrito sobre él. Rescatando la biografía de Julio Zárate, comienza escribiendo: “La antigua Grecia hubiera hecho de este héroe un dios, instituyéndole fiestas y dedicando suntuosos monumentos a su memoria [...]”.21 En la misma edición se incluyen fragmentos del discurso de apertura del Congreso de Chilpancingo, anotándose que a pesar del lenguaje religioso del que Morelos echa mano, destaca “el contenido fundamental [...] hondamente revolucionario”.22 Finalmente, se incluye un largo ensayo del general Antolín Piña Soria, que destaca a Morelos en sus preocupaciones sociales en contra del “feudalismo” y a favor de indígenas y mestizos, a los que califica como el proletariado de la época. De este modo, denomina su programa como “genuinamente socialista”.23
Es de destacarse también que, en esta época, la Sociedad de Amigos de la urss, que tenía una confluencia de la izquierda comunista, socialista y nacionalista, comenzó una serie editorial de gran importancia, pues reunió diversos autores provenientes de exilios como el alemán o el venezolano, así como conferencias dedicadas a defender la perspectiva soviética frente al conflicto bélico que se avecinaba. La editorial de dicha sociedad llevó el nombre de “Morelos” y, aunque no se dio una explicación puntual, la referencia obvia al caudillo perfilaba una curiosa trama en donde este personaje haría parte, simbólicamente, de la confrontación mundial.
La Guerra Mundial metió a la prensa comunista en la euforia antifascista y prosoviética. Éstos son los años donde el Ejército Rojo y José Stalin tenían una presencia heroica en su aparición en los medios impresos. Sin embargo, también se dejó espacio para continuar la interpretación nacional, vinculándola en numerosas ocasiones con esa coyuntura bélica global. En septiembre de 1941, un suplemento especial consagra el estudio a la relación entre los “Indios y la independencia”, así como un texto de Rafael Ramos Pedrueza sobre Hidalgo.24 Un artículo sin firma aborda las personalidades que encabezaron el movimiento, y señala a Morelos como un “jacobino práctico” que a través de sus “Medidas políticas”, dice el texto, buscó resolver la cuestión democrática, en tanto que en lo económico éstas destacan por combatir el latifundio y alentar la pequeña propiedad.25
En una línea más ambiciosa, al año siguiente, es decir en 1942, se establece un tipo de lectura de la historia patria, que se presenta como la “maestra de vida”. En la portada del número de junio de ese año se incluye un grabado que coloca juntos a Hidalgo, Morelos y Juárez, acompañados del siguiente texto: “Ellos nos enseñaron a luchar contra el agresor extranjero por el honor y la libertad de México. Guerra al Eje”. En tanto que en su interior se incluye un texto donde se demuestra que la unidad nacional es la única que puede guiar a la victoria frente a las amenazas mundiales.26 También se dedica una breve nota a polemizar con el sinarquismo. Para los comunistas mexicanos, Morelos era una figura que habilitaba la lucha contra los terratenientes, particularmente contra los de origen extranjero, en ese momento vinculados con la amenaza fascista alemana y con el franquismo español. La versión local de aquellas fuerzas era el sinarquismo, al cual se le asignaba un componente antinacional. Su determinación agrarista lleva a que “Por eso el sinarquismo odia a Morelos y por eso, al mismo tiempo, trata de reivindicar a Iturbide, el aristócrata aventurero que se unión a la causa de la independencia para mixtificarla”.27
En esta época, la agrupación arde, que aglutinó a universitarios de distintas tendencias políticas, pero que tenían en común apoyar al general Cárdenas,28 publicó un ensayo del joven abogado Armando Castillejos, quien después sería un reconocido litigante sindical. En ese ensayo decía que Hidalgo merecía el mérito del inicio de la gesta independentista, pero que Morelos “encarna el genio militar y político que hizo posible con su esfuerzo y con su sangre que la revolución cobrara nuevo contenido, nuevo ímpetu, que en el corazón del pueblo aumentara el amor y la esperanza por la causa de su libertad”.29 Asimismo, le reconoce tener una visión para la resolución de problemas que colocó la posibilidad de crear una nacionalidad, no por decreto de un déspota, sino por una “larga y dolorosa peregrinación colectiva”.
En 1942, el líder socialista Vicente Lombardo Toledano presentó su primera visión articulada sobre la figura de Morelos. Resaltó en su interpretación el énfasis de colocarlo como un constructor del Estado, es decir, no sólo como genio militar, sino como un estadista. El dirigente sindical, entonces comprometido con la construcción de la Central de Trabajadores de América Latina, argumenta: “Como soldado fue genial, porque estaba dirigido por su pensamiento político. Como caudillo fue genial, porque estaba apoyado por las armas del pueblo. Como visionario fue genial, porque estaba apoyado por el conocimiento de la historia de México [...]”.30 En ese mismo año, el historiador Teja Zabre, asociado al pcm, publicó la biografía del cura, a quien no condena al pasado, sino que lo coloca como pieza de las aspiraciones futuras. Señala: “[...] la personalidad de Morelos mantiene su rango y se proyecta hacia el futuro”.31 A diferencia de otros, Teja Zabre no colocó una diferencia abismal entre las múltiples facetas del líder militar, por el contrario, lo situó como un artífice completo, unificando los elementos sociales, políticos y económicos: “Se le comprende cada día mejor como un representativo de la causa popular en lucha contra los privilegios de raza y de casta y por la libertad y la democracia”.32
De nuevo en 1943, Morelos vuelve a la portada de la prensa comunista. En un grabado que ocupa casi toda la página de la portada, se ve al caudillo militar alzando sus dos brazos, en la izquierda sostiene su espada. Atrás, las iniciales rm (Revolución Mexicana), compuestas por ladrillos, simulan una construcción por las cuales marcha el pueblo bajo las banderas mexicanas y soviética, y debajo de la imagen se lee: “Morelos creador de la primera constitución democrática y forjador de la República Mexicana”. El número anunció como edición especial dedicada a “Aniversarios patrióticos”. Lo estruendoso de la portada no corresponde con el contenido, en donde la única referencia al líder independentista es la reproducción del “Bando aboliendo las castas y la esclavitud entre los mexicanos”.33 Un año después, tenemos una situación similar, pues aparecen los Sentimientos de la nación reproducidos en sus veintitrés puntos. Además, una historieta histórica muestra los cuatro momentos de la Independencia, teniendo a Morelos como el artífice de la “época victoriosa de la revolución de independencia”. Bajo el dibujo del perfil de Morelos, se sintetizaron sus principales aportes, particularmente los que tienen que ver con el acceso a la tierra y con la Constitución. Todo esto se enmarcó en la parte central de la edición que presenta el ensayo interpretativo de Lombardo Toledano sobre los tres procesos de transformación revolucionaria.34 También en este año, el poeta comunista Efraín Huerta escribió un opúsculo sobre la excomunión de Hidalgo y Morelos, destacando de este último que “llegó conscientemente a la lucha”,35 lo cual le da el mérito de la toma de partido en un momento clave. Asimismo, lanzó una crítica —sin profundizar en ella— al director de la película El rayo del sur, del cineasta Miguel Contreras Torres, a quien califica como mediocre.
En septiembre de 1945, dos notas llamaron la atención. La primera insiste en la continuidad de los programas de Hidalgo y Morelos y su importancia para los comunistas mexicanos, en la que será, hasta ese momento, una de las narrativas que busca con mayor ahínco vincular pasado y presente. Según su autor, Morelos llevó hasta el límite las consecuencias de la “destrucción del poder feudal”. De nuevo cargan contra las interpretaciones que sobreponen a Iturbide con respecto a los nuevos reaccionarios:
Los quinta columnistas de ahora no puede admitir que Morelos sea el precursor de la lucha contra el feudalismo. Tratan de hacerlo aparecer como un buen cura que se equivocó en algunos aspectos y que tuvo aciertos en lo que se refiere a luchar por nuestra independencia. En cambio, ensalzan a Iturbide [...] El programa de Hidalgo y Morelos es la herencia más preciada, es el faro que culmina a los que hoy combatimos por un México grande, independiente, sin hambre ni miseria [...] Sabemos, por otra parte, que aquellos que asesinaron a Hidalgo y Morelos, excomulgándolos, son los mismos ‘anti-comunistas’ de hoy [...]36
En medio de la conexión que se hace en el pcm, de 1945 y la gesta de Independencia se inserta Zapata. Desde el punto de vista del pcm, este personaje, al llevar la lucha agraria hasta sus últimas consecuencias, no es sino el continuador de Morelos.37
En 1946 es un momento importante para esta historia. En un primer acercamiento, sólo aparece en La Voz de México la reproducción de un fragmento de Los sentimientos de la nación en homenaje de su muerte,38 sin embargo, su figura se presenta con fuerza en diciembre de 1946, cuando el pcm rindió un curioso homenaje doble: a José Stalin y a Morelos. El 28 de diciembre de ese año se celebró en el Sindicato Telefonista la sesión que recordó el 131 aniversario del natalicio de Morelos y el 67 del líder soviético. En la portada de La Voz de México se reprodujo una fotografía del presídium del mitin, acompañado de dos grandes imágenes de cada uno de los homenajeados. La congregación masiva se acompañó en la mesa central de personalidades del mundo del comunismo y las izquierdas, como Alberto Lumbreras, Prisciliano Almaguer, Narciso Bassols, Blas Manrique y el orador principal Carlos Sánchez Cárdenas. De este último se hace una paráfrasis de su discurso, donde se señalan los elementos que los comunistas homenajean de Morelos: su énfasis democrático, su pugna por la revolución agraria y su arraigo entre las masas: “Rendimos homenaje a Morelos porque fue un hombre que luchó por el bienestar del pueblo y la distribución de la tierra”.39
Ese mismo año, Blas Manrique profundizó la interpretación de Morelos, no sólo como el continuador de Hidalgo, sino como aquel que había colocado las bases para la lucha proletaria que el comunismo decía representar:
Morelos entendía el gran problema social del país. Como un hombre producto de su propio pueblo esclavizado y explotado, sabía que los enemigos de la Nación no solamente eran los ricos extranjeros, sino también los criollos. Es decir, que Morelos planteaba ya desde entonces la lucha de clases entre explotados y explotadores.40
Aprovechó su alegato para contrastar el concepto de patria del libertador, entendido como la de sin hambre y sin exclusión, oponiendo esto al patriotismo del Partido Acción Nacional (pan), de los sinarquistas y la prensa fascista que entienden a ésta como la construcción de una minoría enriquecida. Siendo Blas Manrique director de la prensa comunista, en 1948 apareció de nuevo en la portada una imagen que notificaba sobre las celebraciones por el aniversario del natalicio de Morelos, al que se calificó como “el batallador de cien grandes triunfos de la lucha libertaria”.41
La década de 1950 abrió un nuevo periodo para la izquierda mexicana. Varios acontecimientos significativos alertan de una transformación del régimen político en clave anticomunista; al tiempo que las izquierdas comienzan a fragmentarse. En el terreno del poder, el giro conservador de Miguel Alemán dio pie al nacimiento del pri, el incremento de la modernización capitalista y el inicio de la campaña represiva que inició en 1948 al seno de los sindicatos, y se profundizó durante la década de 1950 con múltiples encarcelamientos y asesinatos de líderes y militantes de las izquierdas. La izquierda, fragmentada, tomó tres caminos. El pcm profundizó su crisis y procedió a expulsar a una buena cantidad de militantes, entre los que se encontró Miguel “el Ratón” Velasco y Sánchez Cárdenas. Por su parte, Lombardo Toledano y Narciso Bassols, junto a otras figuras, lanzaron la iniciativa de construcción del Partido Popular. Los expulsados del pcm en 1948 formaron el Grupo Reivindicador del pcm y comenzaron a sostener pláticas con el grupo de excluidos -Campa y Laborde- que habían sido excluidos en 1940. Estos últimos venían manifestándose desde mediados de la década de 1940 con la revisa Tricolor que durante sus dos años de existencia dirigió Laborde. Gracias a sus páginas sabemos que surgió el Grupo Morelos, asociación intelectual-política que promovió la “unidad de los marxistas”. El mismo que se transformó en 1947 en la Acción Socialista Unificada (asu). Finalmente, asu y el Grupo Reivindicador convergieron publicando Noviembre, y después de un par de años formaron el Partido Obrero Campesino Mexicano (pocm). Se trató de una rama del comunismo, pues mantenían fidelidad al socialismo soviético y el deseo de reintegrarse al pcm.
En esa década, quien protagonizó de mayor manera la aparición de figuras históricas fue Noviembre, mientras que éste disminuyó sensiblemente en la prensa del pcm. Desde antes de la fundación del pocm, ya hay notas sobre Morelos en dicha publicación, de nuevo, ligándolo a la lucha política de su presente:
Hoy más de un siglo después, en pleno corazón de la ciudad de México, un grupo de destacados, manejados por el mismo clero cerril que asesinó a Morelos, obedeciendo instrucciones del fascismo franquista, han tenido la osadía de injuriar la memoria del venerado patriota y su insolencia aún permanece inmune [...] El mejor homenaje a Morelos es la lucha implacable contra las bandas cerriles del sinarquismo.42
Más adelante, en 1953, lo nombran precursor del movimiento agrario y símbolo de quienes luchan por la soberanía: “El Partido Obrero Campesino, le rinde homenaje al cumplirse el 188 aniversario del día en que naciera”.43 Al año siguiente, en 1954, una nota polemiza con los “diarios burgueses” que le han rendido homenaje, pero que también han tendido a criticar su actuar: “Pero lo que es malo, para la burguesía, es bueno para el proletariado, de modo que precisamente lo ‘malo’ de Morelos es lo mejor para nosotros”.44 Unos meses después, en las páginas interiores de Noviembre se reproducen Los sentimientos de la nación, presentadas con el siguiente texto: “Las banderas de nuestro Partido se inclinan reverentes al recordar, con la fecha de su nacimiento -30 de septiembre de 1763-, los magníficos aportes hechos a la causa de la independencia por el humilde arriero”.45 Finalmente, en diciembre, la prensa del pocm recordó su muerte, al cumplirse 139 años de su fusilamiento. De nuevo se destaca su aporte a la construcción del “Programa de la Revolución de Independencia”, su lucha por la soberanía, y su apuesta agraria.46 Dos años después, Sánchez Cárdenas planteó un ensayo interpretativo del proceso independentista, tanto en sus causas y consecuencias económicas como sociales. Destacaba de Morelos que fuera más allá que Hidalgo en su lucha contra la riqueza, al tiempo que señalaba: “La tradición de Hidalgo y Morelos debe inducir a todos los patriotas mexicanos a librar esta nueva batalla, ardua y penosa, pues el enemigo número 1 de México, el imperialismo yanqui, interviene crecientemente en todos los ambientes de nuestra vida [...]”.47
Además de este material mayoritariamente publicado por el pocm, existen otros registros. En la prensa del pcm sólo se pude encontrar que en 1955 recordaron su natalicio en una nota que estaba acompañada por un grabado de Arturo García Bustos. En esa nota se señaló que Morelos no sólo buscó la independencia, sino el beneficio de campesinos e indígenas:
[...] el cura Morelos no estaba de acuerdo con el monopolio de la propiedad de la tierra [...] Pugnaba, en consecuencia, por la democratización de la tierra, al mismo tiempo que defendía con las armas en la mano la Independencia política de la nación y el establecimiento de un régimen democrático de gobierno.48
Éstos son los años de la dirigencia de Dionicio Encina, caracterizados por un declive de la influencia del pcm entre sectores subalternos, pero también entre los intelectuales, lo cual podría ser una matriz explicativa de la ausencia de referencias históricas.
Además, en esta década el escritor y militante comunista René Avilés Fabila lanzó la iniciativa de la Sociedad de Amigos del Libro. Se comenzaron a editar volúmenes que presentaban biografías de los grandes personajes de la insurgencia. En el caso de Morelos, el propio Avilés Fabila redactó José María Morelos, el siervo de la nación. Todos los volúmenes estuvieron ilustrados por importantes grabadores. En el caso de Morelos, fue Francisco Mora. Ahí, gráfica y textualmente se presenta la aventura de Morelos y sus principales aportes políticos. El texto se encuentra en una clave comprometida con la “historia patria”, y sostiene que el mensaje de Morelos sigue llegando en el día a día: “Sus palabras suenan, desde entonces, en las alegres campanas de nuestras escuelas y en los clarines del ejército, multiplicando su alto mensaje”.49
Una década después, el propio Avilés Fabila escribió un libro resultado de su viaje a la Unión Soviética titulado Las estrellas rojas, donde cuenta que de visita en una escuela pública le informan de la enseñanza del idioma español. La interlocutora -una profesora soviética- le dice, según su relato, que “el próximo 30 de septiembre vamos a conmemorar el segundo centenario del nacimiento de José María Morelos”.50 Acto seguido, él ofrece dejar su libro sobre el insurgente, al tiempo que reflexiona sobre la experiencia editorial y sobre su biografía. De la primera considera que fue un “fracaso”, y sobre la personalidad del libertador dice:
Morelos como uno de los más grandes libertadores de pueblos vejados por el colonialismo. En mi patria, Morelos sigue siendo guía señero en la lucha contra el imperialismo. Intuyó el socialismo y actuó revolucionariamente, con humana sensibilidad para comprender los problemas de las clases desheredadas.51
Hacia la década de 1960, los homenajes y referencias disminuyen, pero mantienen una línea argumentativa y, en muchos sentidos, la radicalizan, aunque ya no son las izquierdas comunistas quienes encabezan, sino el relevo que tienen las nacionalistas. Por ejemplo, los agraristas asociados en la organización “Vieja guardia agrarista” lo recuperan para decir de él que el héroe fue el precursor del lema “Tierra y libertad”, lo que le convierte en el “héroe más representativo y típico”52 de México. Que un periódico fuera de la izquierda tradicional lo reivindicara es significativo, sobre todo en la década de 1960, cuando el problema agrario volvió a encontrarse en el punto del debate, por la emergencia de nuevas tomas de tierras, de emergencia de sujetos rurales en el norte y de la alianza tácita entre sectores del movimiento campesino con las izquierdas, sobre todo tras el surgimiento del Movimiento de Liberación Nacional en 1961 y de la Central Campesina Independiente a partir de 1963. El ciclo de protesta que vinculó a campesinos e izquierda tuvo en 1964 a Ramón Danzós Palomino como candidato por el Frente Electoral del Pueblo y a la primera guerrilla moderna en Chihuahua en 1965. Una fotografía de 1962 es simbólica a este respecto, tomada durante el Congreso de Parral, Chihuahua. Se ve en el centro una imagen de Morelos de un tamaño considerable, lo acompaña, mucho más pequeño, una imagen de Francisco Villa. En la mesa del evento se encuentran David Estrada, Pablo Gómez, Álvaro Ríos, Judith Reyes, Jesús Orta, Salustio González y Arturo Gámiz.
La presencia de Morelos en esa década alcanzó a otras estructuras organizativas. Por ejemplo, en el periódico Fragua que editaba la sección michoacana de la Universidad Obrera apareció su efigie en repetidas ocasiones. Con motivo de rememorar el Congreso de Chilpancingo, se señala que su pensamiento no fue asumido a cabalidad por dicha instancia.53 Un número posterior, de la pluma de Tomás Rico Cano apareció un ensayo sobre el pensamiento de Hidalgo y de Morelos.54 El mismo autor, un tiempo después, vuelve sobre el tema del pensamiento de ambos, señalando que debe terminarse el debate sobre cuál es más importante.55
Sin embargo, el grueso de las discusiones y reivindicaciones del “rayo del sur” se dieron alrededor de 1965 y 1966. Esto no era casual, pues se trató del momento de celebrar el bicentenario de su natalicio. En La Voz de México, con un pcm refundado, en gran medida, después de su XIII Congreso, Morelos volvió a ocupar espacios, breves, pero significativos. El 3 de octubre apareció un texto titulado “Morelos y los explotadores”, que comenzó señalando la nacionalización de la idea del socialismo:
Se ha dicho frecuentemente que las ideas socialistas son ‘exóticas’, ‘importadas’, ajenas a la tradición del pensamiento mexicano. Aprovechamos la celebración del doble centenario del nacimiento de Morelos para reproducir fragmentos de un documento que es testimonio irrebatible de las profundas raíces mexicanos que tienen las ideas de la lucha contra los ricos y explotadores en nuestro país.56
En ese año, además, Ma. Luisa Zavala planteó que los comunistas rendían homenaje, como el pueblo mismo, toda vez que a través de su programa propuso medidas radicales para lograr la igualdad.57 Mientras que unos días después se volvió a publicar el texto de Ramos Pedreuza sobre Morelos como precursor de la reforma agraria.58
Un segundo actor en esta tensión por reivindicar a un Morelos distinto al “oficial” es el que se puede seguir en las páginas de la publicación oficial del Movimiento de Liberación Nacional, organismo que había sido creado con el auspicio del general Cárdenas en 1961, pero que para 1965 era dirigido, tras varias deserciones, por el ingeniero Heberto Castillo. En octubre de ese año, Luis Córdova escribió un opúsculo en donde conectaba claramente pasado y presente. En su caso, influido por la estela guerrillera de la Revolución Cubana: “Como tantos guerrilleros de nuestros días, Morelos proviene de la entraña del pueblo” y “Morelos es un mestizo con probable ascendencia negra”.59 Unos meses después se transcribe una conferencia de Agustín Cué Cánovas, en la que hace una crítica de los discursos oficiales que han pronunciado comparación entre Morelos y el presidente Díaz Ordaz. Desde su punto de vista, a Morelos aún habría que estudiarlo en toda su complejidad. Señaló numerosos elementos: el establecimiento del primer gobierno, la capacidad de acuñar moneda, el aliento de su posición en favor de la autodeterminación, su posicionamiento como reformador social, y señaló que estuvo pasos delante de otros libertadores por lo que toca a la cuestión de la esclavitud. Lo que más destaca para nuestro propósito es su concepción de nación:
No sólo fue fundador de la nación sino intérprete de las aspiraciones de la misma […] Distingue Morelos entre lo nacional y lo extranjero como otro elemento del concepto de nacionalidad; todos deberían llamarse americanos (la América Mexicana, decía). El color de la cara nada tiene que ver, porque todo corazón tiene el mismo color.60
Ese año, pero ya fuera del mln y a cargo de una obra del programa oficial en el Río Balzas, el general Cárdenas también tuvo una breve participación en las celebraciones en torno a Morelos, cuando develó una escultura de Morelos en Tepehuaje, Jalisco. Aunque propiamente es un recorrido histórico por la Independencia, la Reforma y la Revolución, el expresidente apuntó alguna idea sobre la originalidad de Morelos cuando recogió de las manos de Hidalgo “la bandera de la insurgencia” y ellas son las “disposiciones militares y civiles en las que Morelos señaló la necesidad de repartir la riqueza disponible, abatiendo la codicia de los ricos y abriendo cauces a la justicia en el campo con la reducción de la superficie de las haciendas”.61
Finalmente, este ciclo cierra con un bello ensayo de Lombardo Toledano de 1965, publicado en la revista Siempre! El viejo líder sindical sacó a flote su capacidad de escritura. En pocas páginas dejó asentada la noción de que Morelos fue más grande entre más se revisa críticamente su legado, y que esa grandeza se debió al resultado de un impulso colectivo. Dice Lombardo Toledano:
Breve y admirable, como las tormentas del trópico, fue su lucha por la libertad de México […] Su más grande propósito fue el de señalar el camino para el futuro, la estructura de la nación liberada, las bases económicas, sociales y políticas de la patria que se levantaba como las plantas alimentadas por la savia después del invierno.62
Para el también líder del Partido Popular Socialista, Morelos postuló el principio de soberanía popular, mismo que daba los primeros pasos para liquidar los cuerpos privilegiados y los títulos de nobleza y para establecer una ley igualitaria que abría el camino a la moderación de la riqueza y la opulencia. Para el conductor sindical: “Con la espada rompió las cadenas que nos ataban a un poder extraño, pero con su talento de estadista, y de líder de las masas populares nos dio el porvenir”.63
Finalmente, y no menos importante, en las celebraciones del bicentenario, Morelos apareció en la publicación de la organización que las mujeres comunistas impulsaban. En medio de los debates por la guerra de Vietnam, se inserta en el boletín Mujeres Mexicanas un breve homenaje que dice: “[...] de las entrañas mismas del pueblo, salió uno de sus héroes más limpios, el de pensamiento social más elevado, el que soñó no sólo con hacer a México independiente, sino con hacer de los ricos menos ricos y a los pobres menos pobres. Lo fusilaron los que deseaban seguir manteniendo los privilegios. Murió por la causa de los pobres”.64
¿Un culto que se desvanece?
Después de la intervención de Lombardo Toledano y del pcm en 1965, Morelos tiende a ir desvaneciéndose en el imaginario de las izquierdas, en el sentido de que su presencia ya no articula narrativas de nacionalización del socialismo y del comunismo. Por supuesto, no desaparece del todo, pero las izquierdas van difuminando su insistencia en leer la historia nacional en vinculación con sus señas ideológicas. Otros recursos comenzaron a ser necesarios, como fue el de ser más enfáticos en la cuestión democrática y en la unidad de estas demandas con las socialistas.
En la década de 1970 aparece un fragmento breve -sin interpretación de por medio- de su diálogo con Andrés Quintana Roo en el órgano del Movimiento de Acción y Unidad Socialista, aquella organización era un lejano heredero del pocm, a través de su primer periódico, el Despertador.65 En el pcm decae su presencia, al menos en la prensa partidaria. Sin embargo, en la editorial del partido aparece Morelos, su vida contada a los niños, de Ermilo Abreu Gómez, con grabados especiales para la ocasión, acompañados de viñetas muy breves describiendo el itinerario del caudillo. El libro del escritor cierra con unas coplas de la época independentista: “Por un cabo, doy dos reales; por un sargento, un doblón/ por mi General Morelos,/ doy todo mi corazón”.66 El heredero del pcm, una vez disuelto éste en 1981, el Partido Socialista Unificado de México usó a Morelos en sus carteles de campaña electoral, junto a otros líderes como Cárdenas, Hidalgo, Zapata, aunque sin una interpretación de largo plazo.
Por su parte, otras izquierdas, como el Partido Mexicano de los Trabajadores (pmt), fundado en 1974, arribaron al espacio público con el discurso de la “nacionalización de la revolución”, muy en sintonía con la temática con la que iniciamos, es decir, sostener que las izquierdas “tradicionales” no conocían o no lograban expresar la idiosincrasia nacional al ser un producto extranjerizante. Esto es muy claro en las memorias de uno de sus principales militantes, José Luis Hernández, quien refiere en varias ocasiones esto; por ejemplo, cuando escribe que los militantes del pcm son “malinchistas de izquierda porque, para ellos son más importantes los héroes de fuera que los de dentro” o que esos mismos militantes sabían las citas de Marx y Lenin, “Pero no sabían ‘ni papa’ de historia de México. A los héroes nacionales ni los mencionaban”.67 El pmt no tuvo, en realidad, una visión de la historia nacional como la que construyeron comunistas o socialistas, pues prácticamente no produjo documento significativo en este sentido, aun cuando fue cercano a esta organización el filósofo Luis Villoro. En los escasos años de vida del pmt, apenas aparecieron dos notas en su irregular periódico Insurgencia Popular.
En este texto, no hemos analizado otro tipo de producciones, aunque hemos mencionado algunas. Varios historiadores cercanos al pensamiento marxista o de las izquierdas hicieron aportes. Si bien, el conjunto historiográfico dominante en los estudios sobre Morelos -en un sentido profesional- no se encuentra en una trama interpretativa izquierdista. Así, trabajos biográficos como el de Teja Zabre o Ramos Pedrueza encarnan algo más que una visión “premarxista”, pues se trata de ejercicios intelectuales de alto calado que buscaron, decididamente, mostrar el trayecto revolucionario de la gesta independentista. Otros siguieron su senda, como por ejemplo el escritor José Mancisidor, a propósito de Hidalgo, Morelos y Guerrero. José Revueltas, que durante buen tiempo se asoció al lombardismo, produjo algunos textos relativos a la época, pero ninguno sobre Morelos en específico. No obstante, es preciso señalar que participó del guion de la película de 1965, Morelos siervo de la nación dirigida por Juan Soler. El mismo Revueltas estuvo a cargo, desde la Subsecretaría de Asuntos Culturales de la Secretaría de Educación Pública, de la publicación Canto a Morelos, de José López Bermúdez, con prólogo de Carlos Pellicer.68
En tiempos recientes, dos autores más, marginales dentro de la profesión historiográfica, pero con pasado y presente militante, produjeron algunas obras. Es el caso de Francisco González, quien tuvo un paso breve por el pcm, saliendo con Revueltas en 1960 e incorporándose a la Liga Leninista Espartaco y después a la Liga Comunista Espartaco, que publicó en varias ediciones el libro Los brazos de Morelos. También Pablo Moctezuma Barragán, profesor universitario y activista político asociado al Movimiento de Regeneración Nacional, publicó Morelos: la vida por la independencia. Breves destellos de la insistencia de la izquierda por referir al líder.
Es preciso indicar que algunas organizaciones de izquierda asumieron su nombre, aunque sin dejar constancia explícita de la razón. El primer grupo, que mencionamos arriba, fue el que encabezaron Hernán Laborde y Valentín Campa, a mediados de la década de 1940, nombrado Círculo de Estudios y Acción José María Morelos, que, aunque publicó varios documentos con ese nombre, en ninguno expone el por qué lo eligieron, pues su objetivo era promover la “unidad de los marxistas”. Otro grupo que apareció cobijado bajo el nombre del insurgente fue el impulsado en Puebla por Enrique Cabrera y Luis Rivera Terrazas: el “Círculo de Estudios José María Morelos y Pavón”. Este grupo después encarnaría una enorme lucha en la Universidad Autónoma de Puebla, conquistándola como un bastión del comunismo mexicano. Finalmente, el grupo liderado por Genaro Vázquez Rojas ya en la sierra de Guerrero buscó en el nombre del guerrillero, que también luchó en esa zona, un aliado. Por ello llevó el nombre “Campamento guerrillero José María Morelos”.
Conclusiones
La presencia de Morelos muestra una vereda de apropiación de las ideas socialistas y comunistas en clave nacional-popular. Parte de una historia épica y del reconocimiento del pasado, al cual calificaron de revolucionario de la nación. Apuntala a que en el origen de la nación se encontró un proyecto radical, del cual eran continuadores. Todo ello como conexión entre el pasado y el futuro que estos segmentos sociales deseaban construir.
El marco temporal analizado va de inicios de la década de 1930 hasta la década de 1960, periodo en el cual se sostiene una presencia constante de las figuras asociadas a la fundación de la nación. En esta versión, los “héroes” eran expresión de tendencias sociales y políticas, además de individuos convencidos de determinados proyectos. No cabe duda que la presencia del hecho conocido como Revolución Mexicana trastocó la manera en que las izquierdas modernas -socialistas, comunistas y nacionales- se miraron a sí mismas. En este texto, mostramos que su mirada al pasado en realidad constituía un artilugio para imaginarse en su propio presente. Esto fue particularmente claro en la vertiente comunista, la que más tuvo que establecer paradigmas de negociación entre su veta internacionalista y su presencia local. Como pudo verse, a lo largo de varias décadas, los comunistas asumieron que su ideología, si bien era parte del concierto de la disputa global, tenía también una parte de su razón de ser en la propia historia nacional. El socialismo bien podía verse, en este sentido, como un esfuerzo global, civilizatorio y universalista, pero también como una tendencia profunda del suelo mexicano: personajes como Morelos y otros arraigaban su forma ideológica en el proceso local.
Si bien, las historias de las izquierdas que hemos citado antes dan cuenta de la realidad de esta forma organizativa frente a los cambios en el poder, dicen poco sobre la específica cultura que construyeron. El texto aquí presentado pone un grano de arena de tres vertientes en su relación con el pasado, matizado por el fenómeno revolucionario y anclado en la búsqueda por hacer simbiosis con un proceso que se decía, se encontraba en marcha. Fue hacia el declive de la ideología de la Revolución Mexicana cuando estas figuras tienden a desaparecer como actores centrales. Así, mostramos que el fenómeno político que construyó el Estado moderno no sólo condicionó el horizonte estratégico, sino que además lo hizo en el vínculo con el pasado, haciendo de la historia un encendido campo de batalla.
Fuentes
Hemerográficas
El Machete, México, 1924-1938.
La Voz de México, México, 1938-1974.
El Popular, México, 1938.
arde: Agrupación de Estudiantes Revolucionarios, México, 1942.
Noviembre, México, 1948-1960.
Liberación, México, 1965.
Mujeres Mexicanas, México, 1965.
Raíces, México, 1961.
Fragua: Órgano Quincenal de la Delegación de la Universidad Obrera en Michoacán, Morelia, Michoacán, 1960-1962.
El Despertador, México, 1975.
Así es: Órgano del Partido Socialista Unificado de México, México, 1983.
Bibliográficas
Abreu Gómez, Ermilo, Morelos: su vida contando a los niños, México: Ediciones de Cultura Popular, 1979.
Aguilar Monteverde, Alonso, Por un México libre y menos injusto, México: Cenzontle, 2007.
Anguiano, Arturo, Resistir la pesadilla, México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2019.
Avilés Fabila, René, José María Morelos: El siervo de la nación, México: Sociedad de Amigos del Libro, 1957.
__________, Las estrellas rojas, México: Costa Amic, 1978.
Brunk, Samuel, La trayectoria póstuma de Zapata, México: Grano de Sal, 2019.
Cárdenas, Lázaro, “Discurso”, en: Palabras y documentos públicos, 1928-1970, México: Siglo xxi, 2022, pp. 193-195.
Concheiro, Elvira y Carlos Payán, Los congresos comunistas, 1919-1981, t. 1, México: cemos, 2014.
Contreras, Olga, “Morelos”, en: Morelos: dos monografías, México: Talleres Gráficos de la Nación, 1936.
Hernández, José Luis, Cuando correteábamos utopías, México: S/E, 2014.
Huerta, Efraín, “Excomunión de Hidalgo y Morelos”, en: Efraín Huerta en “El Popular” (1939-1944), México: Sexto Piso, 2021, pp. 487-489.
Illades, Carlos, La historia es nuestra, México: Océano, 2018.
Jiménez, Alejandro Arturo, “El discurso de los comunistas mexicanos en torno a la historia nacional durante el sexenio cardenista”, en: Secuencia, núm. 69, septiembre-diciembre de 2007, pp. 87-114.
Laborde, Hernán, La revolución de independencia, México: Editorial Popular, 1938.
Lombardo Toledano, Vicente, “Morelos, creador de la república”, en: Morelos: los Sentimientos de la nación y su lucha por la independencia, México: uom, 2013, pp. 70-77.
Lombardo Toledano, Vicente, “El pensamiento de Morelos sigue joven y vigoroso”, en: Morelos: los Sentimientos de la nación y su lucha por la independencia, México: uom, 2013, pp. 81-95.
López Bermúdez, José, Canto a Morelos, México: Secretaría de Educación Pública, 1965.
Modonesi, Massimo, México izquierdo. Claroscuros de las izquierdas mexicanas, 1968-2021, México: Bibliotopía, 2022.
Pellicer, Carlos, “Prólogo”, en: Canto a Morelos, México: Secretaría de Educación Pública, 1965.
Poniatowka, Elena, La noche de Tlatelolco, México: Era: 2000.
Ramos Pedrueza, Rafael, José María Morelos y Pavón: precursor del socialismo en México, México: Depto. del D.F. Dir. Gral. de Acción Educativa, Recreativa, de Reforma y Social, 1930.
Rodríguez Kuri, Ariel, Historia mínima de las izquierdas en México, México: El Colegio de México, 2021.
Taibo II, Paco Ignacio, 68, México: Planeta, 2006.
Teja Zabre, Alfonso, Vida de Morelos, Buenos Aires: Espasa-Calve, 1946.
1 Poniatowska, Noche, 2000, p. 48.
2 Taibo, 68, 2006, p. 68.
3 Illades, Historia, 2018, p. 20.
4 Rodríguez, Historia, 2021, p. 135.
5 Modonesi, México, 2022, p. 215.
6 Anguiano, Resistir, 2019, p. 122.
7 Brunk, Trayectoria, 2019.
8 El Machete, núm. 3, abril de 1924, p. 4.
99 Concheiro y Payán, Congresos, 2014, p. 375.
10 Jiménez, “Discurso”, 2007, p. 96.
11 Guillermo Krauze, “El martirio de Morelos”, en: Así es: órgano del Partido Socialista Unificado de México, núm. 80, 7 al 13 de octubre de 1983, p. 12.
12 Ramos, José, 1930, p. 9.
13 Contreras, “Morelos”, 1936.
14 Alfonso Teja Zabre, “La obra política de Morelos”, en: El Machete, núm. 438, septiembre de 1936, p. 2.
15 Rafael Ramos Pedrueza, “José M. Morelos, precursor de las reivindicaciones agrarias”, en: El Machete, núm. 492, 16 de septiembre de 1937, p. 10.
16 Heriberto Frías, “Episodio histórico”, en: La Voz de México, núm. 1, 16 de septiembre de 1938, p. 5.
17 Miguel Ángel Velasco, “La cuestión agraria en la historia de México”, en: La Voz de México, núm. 1, 16 de septiembre de 1938, pp. 7-8.
18 Laborde, Revolución, 1938, p. 17.
19 Laborde, Revolución, 1938, p. 11.
20 “Recordando a J. M. Morelos”, en: La Voz de México, núm. 98, 23 de diciembre de 1938, p. 1.
21 Francisco Sosa, “José Ma. Morelos”, en: El Popular, núm. 113, 16 de septiembre de 1938, p. 3.
22 “La iluminada palabra de Morelos en la apertura del Congreso de Chilpancingo”, en: El Popular, núm. 113, 16 de septiembre de 1938, p. 5.
23 Antolín Piña Soria, “Morelos, precursor del socialismo en México”, en: El Popular, núm. 113, 16 de septiembre de 1938, p. 7.
24 Rafael Ramos Pedrueza, “La obra revolucionaria de Hidalgo”, en: La Voz de México, núm. 375, 15 de septiembre de 1941, p. 6.
25 “De la Independencia”, en: La Voz de México, núm. 375, 15 de septiembre de 1941, p. 1.
26 “La historia patria nos muestra el camino”, en: La Voz de México, núm. 397, 12 de junio de 1942, p. 9.
27 “Por qué odia el sinarquismo a Morelos”, en: La Voz de México, núm. 397, 12 de junio de 1942, p. 6.
28 Aguilar, Por, 2007.
29 Armando Castillejos, “J. María Morelos”, en: arde: Agrupación de Estudiantes Revolucionarios, núm. 9, 15 de octubre de 1942, p. 3.
30 Lombardo, “Morelos”, 2013, p. 80.
31 Teja, Vida, 1946, p. 197.
32 Teja, Vida, 1946, p. 211.
33 “Bando aboliendo las castas y la esclavitud entre los mexicanos”, en: La Voz de México, núm. 457, 15 de septiembre de 1943, p. 4.
34 Vicente Lombardo Toledano, “Las tres revoluciones históricas de México”, en: La Voz de México, núm. 508, 15 de septiembre de 1944, p. 1.
35 Huerta, “Excomunión”, 2021, pp. 487-489.
36 Jesús Puente, “El programa de Hidalgo y Morelos”, en: La Voz de México, 15 de septiembre de 1945, p. 1.
37 Fernando Cortez, “Zapata, genial continuador de José M. Morelos”, en: La Voz de México, 16 de septiembre de 1942, p. 2.
38 “Morelos, genial constructor de la nación”, en: La Voz de México, núm. 630, 22 de diciembre de 1946, p. 3.
39 Marcelino Castillo, “Sánchez Cárdenas plantea los problemas del día”, en: La Voz de México, núm. 632, 5 de enero de 1947, p. 1.
40 Blas Manrique, “Significación de la lucha de Hidalgo y Morelos en la insurgencia”, en: La Voz de México, núm. 643, 14 de septiembre de 1947, p. 3.
41 “Morelos”, en: La Voz de México, núm. 662, 10 de octubre de 1948, p. 1.
42 “Morelos, héroe de la independencia”, en: Noviembre, núm. 5, 12 de enero de 1949, p. 1.
43 “Morelos”, en: Noviembre, núm. 57, 8 de octubre de 1953, p. 1.
44 “Morelos es nuestro”, en: Noviembre, núm. 62, 1 enero de 1954, p. 3.
45 “Sentimientos de la nación mexicana”, en: Noviembre, núm. 88, 11 de septiembre de 1954, p. 4.
46 “Se cumplen 139 años del fusilamiento de Morelos”, en: Noviembre, núm. 101, 25 de diciembre de 1954, p. 1.
47 Carlos Sánchez Cárdenas, en: Noviembre, núm. 154, 16 de septiembre de 1956, p. 6.
48 “Morelos, ejemplo y estímulo a la lucha del pueblo por la liberación”, en: La Voz de México, núm. 922, 30 de septiembre de 1955, p. 1.
49 Avilés, José, 1957, p. 75.
50 Avilés, Estrellas, 1978, p. 78.
51 Avilés, Estrellas, 1978, p. 79.
52 “Luchadores de la causa agraria: Morelos”, en: Raíces, núm. 2, junio de 1961, p. 1.
53 “Los sentimientos a la nación guía de nuestra constitución”, en: Fragua: Órgano Quincenal de la Delegación de la Universidad Obrera en Michoacán, núm. 6, octubre de 1960, p. 1.
54 Tomás Rico Cano, “Sobre el pensamiento social de Hidalgo y Morelos”, en: Fragua: órgano quincenal de la Delegación de la Universidad Obrera en Michoacán, núm. 7, octubre de 1960, p. 1.
55 Tomás Rico Cano, “Luchemos por el pensamiento de Hidalgo y Morelos”, en: Fragua: Órgano Quincenal de la Delegación de la Universidad Obrera en Michoacán, núm. 20, septiembre de 1960, p. 4.
56 “Morelos contra los explotadores”, en: La Voz de México, núm. 1799, 3 de octubre de 1965, p. 4.
57 Ma. Luisa Zavala, “Morelos en la Guerra de Independencia”, en: La Voz de México, núm. 1800, 10 de octubre de 1965, p. 7.
58 Rafael Ramos Pedreuza, “Morelos, precursor de las reivindicaciones agrarias”, en: La Voz de México, 1801, 17 de octubre de 1965, p. 8.
59 Luis Córdova, “Morelos, el libertador”, en: Liberación, núm. 5, 30 de septiembre de 1965, p. 5.
60 Agustín Cué Cánovas, “Morelos”, en: Liberación, núm. 6, 30 de diciembre de 1965, p. 12.
61 Cárdenas, “Discurso”, 2022, p. 193.
62 Lombardo, “Pensamiento”, 2013, p. 82.
63 Lombardo, “Pensamiento”, 2013, p. 86.
64 “Doscientos años del nacimiento de Morelos y ciento cincuenta de su sacrificio heroico”, en: Mujeres Mexicanas, núms. 3-4, octubre-noviembre de 1965, p. 10.
65 “El pensamiento de Morelos”, en: El Despertador, núm. 16, septiembre de 1975, p. 2.
66 Abreu, Morelos, 1979, p. 58.
67 Hernández, Cuando, 2014, p. 177.
68 López, Canto, 1965.