https://doi.org/10.15174/orhi.vi19.17

Estante


Joaquín E. Espinosa Aguirre, Que se organicen sus pueblos. Agustín de Iturbide y la contrainsurgencia en la comandancia de Guanajuato (1813-1816)

 

 

En 2006, Virginia Guedea ingresó a la Academia Mexicana de la Historia. Para ello, pronunció un discurso que tituló “La otra Historia o de cómo los defensores de la condición colonial recuperaron los pasados de la Nueva España”. En él destacó lo importante y necesario que es entender y conocer a los diversos protagonistas de la Guerra de Independencia de México, pues a su parecer esto permitirá tener una visión más amplia sobre las diversas implicaciones ideológicas, políticas, sociales y militares que tuvo este proceso histórico. Analiza principalmente la facción colonial, integrada en su mayoría por peninsulares que ocuparon cargos importantes en el régimen político y eclesiástico. Este grupo hizo uso del pasado para legitimar su dominio, ya que se asumieron como quienes conquistaron, civilizaron e incorporaron como colonia española a América y a sus pobladores.

Esta nueva perspectiva encaminada a estudiar a los defensores del orden colonial dio pie a que desde los festejos por el bicentenario del inicio y consumación de la independencia, en los años 2010 al 2021, plantearan nuevas propuestas ya no sólo encaminadas a estudiar a los insurgentes, analizados sobremanera y enaltecidos por la historia oficial como los héroes que nos dieron patria y libertad. Ahora, el interés de los historiadores se inclinaría por analizar este hecho histórico de una manera conjunta, tomando en cuenta los demás aspectos y actores que rodearon a la guerra. De ahí que se desarrollaron estudios en torno a la participación de las mujeres, la repercusión de la guerra en la vida diaria, el uso de la violencia, el papel de los indios y, por supuesto, las fuerzas armadas y los jefes del ejército virreinal.

La publicación de Joaquín E. Espinosa Aguirre se inserta en esta nueva línea historiográfica debido a que el objetivo principal de su investigación se centra en la organización del ejército realista en la región del Bajío bajo el mando de uno de los personajes controversiales de la Guerra de Independencia y, en general, de la historia mexicana, el entonces coronel Agustín de Iturbide.

A pesar de ser un libro que se puede catalogar dentro de la corriente historiográfica de historia militar, deja de lado la clásica narración de la parte operacional de los bandos en pugna y de las épicas batallas que sostuvieron “buenos y malos”, es decir, insurgentes y realistas. Mas allá de esta visión tradicionalista, el autor aborda el problema de las fuerzas armadas coloniales desde la perspectiva social y las consecuencias económicas y políticas que esto traería para la población y las autoridades. Por lo anterior, esta investigación se inserta en la vertiente de la historia social de la guerra.

Para analizar este problema, Espinosa Aguirre utiliza el término militarización, el cual consiste en conocer el impacto que significó el aumento del número de personas armadas, principalmente civiles, además del control militar que esto trajo como consecuencia en una sociedad que se encontraba en medio de un conflicto bélico. Esta idea ha sido expuesta principalmente por Christon A. Archer y Alejandro Rabinovich. Para Archer, la militarización consiste en el poder político que reúnen los militares a causa del estado de guerra en el que se encuentran, lo cual determina el orden de la sociedad según el propio modelo castrense. Mientras que Rabinovich lo entiende como el crecimiento de las fuerzas armadas y su efecto en la sociedad, ya que son personas sin formación militar las que toman las armas.

Espinosa Aguirre recurre a las propuestas de Rabinovich, hace uso de la mayor parte de su investigación para medir el impacto del aumento de las personas que fueron reclutadas por Iturbide en el Bajío de 1813 a 1816. Cabe mencionar que cuando hago alusión a medir, me refiero a cuantificar todos los datos en gráficas y tablas, donde el autor desmenuza la información reunida de los diferentes archivos que consultó, con la finalidad no sólo de poner un número a los pobladores reclutados, sino de reconocer a estas personas que forman parte de la multitud y se pierden en el recuento de los hechos, pero que llegan a tener un impacto significativo en la estructura social que no vuelve a ser la misma una vez concluidos los enfrentamientos armados.

En relación con las consecuencias que causó el aumento de milicianos, son varias las que destaca Espinosa Aguirre. En primer lugar, se encuentra el problema de su mantenimiento económico. En segundo, los problemas que enfrentaron con las autoridades civiles. En ambos casos se refleja el malestar de la población ante el poder que estaba reuniendo el mando militar en sí mismo y su intromisión en la vida social, económica y política de los pueblos de la provincia de Guanajuato.

El autor explica que los recursos económicos para mantener al ejército eran sumamente escasos durante los primeros años del conflicto debido a la propia guerra y a los constantes ataques y asaltos de las partidas rebeldes a las poblaciones y las distintas rutas económicas que cruzaban por el Bajío. A pesar de no ser un problema exclusivo de la región, sí era algo por lo cual preocuparse, ya que esta zona era un punto de conexión importante no solo por formar parte de la ruta de la plata, sino también por las conexiones que tenían estos caminos con las provincias internas y con el centro del Virreinato, en particular las intendencias de Zacatecas y San Luis Potosí.

La publicación en 1813 del bando “Reglamento político militar” de Félix María Calleja fue un parteaguas, ya que estipuló que a partir de entonces fueran las mismas poblaciones amenazadas por los insurgentes las que se hicieran cargo de la administración y manutención de las personas que tomarían las armas para defenderse por sí mismas en la población en la que residieran. Tal medida fue eficaz, haciendo que las donaciones patrióticas fueran las que mantuvieran estos cuerpos armados y que las personas con dicho capital fueran las encargadas de encabezar estos grupos. En contraparte, la fuerza laboral de cada pueblo, es decir campesinos y agricultores, se utilizó para ocupar estos lugares milicianos, lo cual fue perjudicial para la economía local porque la tierra dejó de cultivarse en muchos de los casos. Las deudas generadas por estos gastos provocaron que fuera complicada su manutención, ante la prolongación del estado de guerra.

La consecuencia de estos actos fueron los frecuentes problemas que tuvo la facción militar con las potestades civiles y eclesiásticas, quienes se quejaron ante el virrey Calleja y denunciaron los abusos de autoridad que cometía el comandante militar de la provincia de Guanajuato. Las quejas eran por los cobros forzosos que eran obligados a pagar, por el acoso y hasta por amenazas. El responsable de estos actos fue Agustín de Iturbide, quien a pesar de ser criollo logró ocupar el cargo de comandante, que era uno de los empleos militares importantes en ese momento. Fue gracias a las habilidades castrenses que mostró en los combates de Monte de las Cruces, la toma de Yuriria y el enfrentamiento en las Lomas de Santa María, que no sólo incrementaron su prestigio como jefe contrainsurgente, sino que le dieron los méritos para ocupar el cargo referido. Aunado a ello, el conocimiento de la región, particularmente de su población y caminos, fue un factor que la autoridad colonial consideró para nombrarlo comandante del Bajío.

Ahora bien, entre los afectados por los abusos de la autoridad de Iturbide se encontraban Miguel Domínguez, Pedro Otero y el cura Antonio Labarrieta. Este último, nos indica Joaquín Espinosa, remitió una queja a Calleja donde denunció el exceso de violencia utilizado por el comandante, en especial hacia las mujeres que eran esposas de algunos insurgentes. Argumentaba que este nivel de violencia provocaba que la respuesta rebelde fuera más agresiva, además que consideraba sumamente cuestionable la efectividad de su protección, ya que se había consumido muchos recursos en el mantenimiento de tropas y a pesar de ello no había logrado acabar con la insurgencia permanentemente en la región.

Con el nombramiento de Juan Ruiz de Apodaca como virrey de Nueva España, las medidas de protección implementadas por Calleja dejarían de utilizarse, y por ello el vallisoletano, protegido por este último, fue destituido de la comandancia en abril de 1816.

Como especialista en el personaje, Espinosa Aguirre es contundente al afirmar que los años en los que Agustín de Iturbide se hizo cargo de la comandancia son los menos estudiados y, por ende, los más difíciles de comprender, debido al uso que le dio a la violencia para hacer valer su autoridad. Por ello reconoce que la fama que se ganó en estos años es, en parte, por lo que se ha colocado en el grupo de los “villanos” de la historia mexicana.

Finalmente, como se mencionó al inicio de la reseña, este libro al encontrarse dentro de la nueva corriente historiográfica interesada en estudiar la versión de los defensores del orden colonial sobre la Guerra de Independencia, tiene diversas aportaciones, entre las cuales caben destacar principalmente tres. En primer lugar, lejos de la historia oficial y de los grandes escenarios en los que se fueron trasladando los insurgentes, nos adentramos en la región del Bajío, principalmente Guanajuato, en donde conocemos cómo se desarrolló la defensa colonial después que fuera en este mismo territorio donde se iniciara el movimiento armado. Esto nos permite acercarnos a los conflictos que enfrentó Iturbide con la organización de la comandancia, como también la respuesta que tuvieron sus pobladores y autoridades civiles ante las partidas rebeldes que acechaban la región.

En segundo lugar, tenemos el análisis que realiza Joaquín Espinosa a la militarización de la región. Lo interesante de esta aportación es la evaluación que realiza de 1813 a 1816, tiempo que duró el cargo de Iturbide y que se basa mucho en los estudios que Rabinovich realiza para el caso del Río de la Plata. El autor extrapola la mayoría de esos métodos y los aplica apropiadamente a su espacio de estudio.

En tercer lugar, el análisis biográfico que realiza de Agustín de Iturbide lo lleva a cabo de una manera sobria y objetiva, ya que no omite ni justifica de manera absurda las decisiones tomadas por este personaje, al contrario, las estudia de acuerdo con el contexto y con el cargo militar que posee. Su objetivo a cumplir era la defensa de una región fundamental como lo era el Bajío.

Con todas estas aportaciones, esta obra publicada en 2022 da luz sobre uno de los periodos poco estudiados de la independencia en Guanajuato y crea una conexión entre el Iturbide militar y el Iturbide consumador, debido a que el primero es la causa del segundo. Así, se comienza a entrever su política conciliadora entre españoles y americanos, con el fin de tener armonía entre estas dos castas bajo sus filas. Conjeturas justificadas como éstas dan vigencia e importancia a esta obra en los festejos de 2021-2022 sobre la consumación.