César Valdez, Enemigos fueron todos: vigilancia y persecución política en el México posrevolucionario (1924 -1946)

 

 

El cine de espionaje desempeña un papel relevante en la percepción sobre las instituciones de inteligencia que los Estados montan para el control de la ciudadanía. La cinta La vida de los otros de Florian Henckel von Donnersmarck, y el docudrama Secretos de Estado del sudafricano Gavin Hood, entre otras, muestran la presencia del espionaje, vigilancia y control político a través de la narrativa ficcional cinematográfica. En la primera, Donnersmarck aborda el papel de la Stasi en la República Democrática Alemana, mientras que Gavin Hood analiza, a través de la vida de Katherine Gun, la filtración de un documento en el que se muestra el espionaje que Estados Unidos y Reino Unido pretendían realizar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La presencia de estos temas dentro de las producciones cinematográficas hace pensar que, la mayoría de las veces, las instituciones estatales tienen un papel omnisciente en la confiscación de información y que aquellos que realizan las labores de inteligencia son personajes omnipotentes capaces de realizar cualquier tarea que se les encomiende.

Sin embargo, ¿Cuál es el papel de esas instituciones en la construcción de un Estado? ¿Cómo se modifican sus objetivos en el tiempo? ¿Quiénes son esos hombres y mujeres que adquieren un papel importante en la recopilación de información para el Estado? Estas son algunas de las interrogantes que César Valdez explora para el caso mexicano en Enemigos fueron todos: vigilancia y persecución política en el México posrevolucionario (1924-1946), cuyo objetivo es analizar el funcionamiento institucional, el desempeño político y el control social del “Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación desde 1924 hasta mediados de los años cuarenta” (p. 17).

El autor apunta que dentro de las investigaciones sobre los servicios de inteligencia existen dos tendencias. La primera estudia los servicios de inteligencia como sistemas de información que garantizan la eficacia en el control social de los estados. Desde esta perspectiva, se omiten los límites y alcances que estas instituciones pueden tener en la vigilancia y control de la sociedad. Por otra parte, la segunda tendencia cuestiona el valor omnisciente de los mecanismos de control y, en cambio, acentúa la observación en el comportamiento de los agentes que conformaron estas instituciones en su interacción con la ciudadanía. Enemigos fueron todos se adhiere a la segunda tendencia y propone, para el caso mexicano, una lectura diferente a los trabajos realizados sobre los servicios de inteligencia en América Latina y México.

En relación con lo anterior, el autor señala que los estudios realizados en América Latina se han interesado por la función que tuvieron los servicios de inteligencia en la detención y desaparición de militantes de izquierda dentro de las dictaduras. Para el caso de México, en las investigaciones publicadas sobre la inteligencia política, el Departamento Confidencial es abordado como el preámbulo a lo que sería la Dirección Federal de Seguridad, como una institución que permite comprender la configuración de la oposición política en la década de los cuarenta y cincuenta o bien, como una insti tución que contribuyó al mantenimiento de la estabilidad política y social de México. Sin embargo, se omiten tres aspectos importantes para comprender la naturaleza de esta institución: el proceso de desarrollo institucional que vivió el Estado después de la revolución; el contexto, trayectoria y redes políticas que construyeron los servicios de inteligencia; así como la comprensión de la organización y estructura interna de las instituciones de inteligencia política (pp. 23-38).

En este sentido, en Enemigos fueron todos se propone abordar el papel que desempeñó el Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación en la conformación del Estado posrevolucionario; comprender los procedimientos que llevaron a cabo los agentes para la vigilancia política; así como indagar en los diferentes enemigos que, a lo largo de los años, se constituyeron como una amenaza para el equilibrio del Estado.

Antes de adentrarnos en la estructura de la obra, es importante mencionar la documentación con la que construye su argumentación. Mediante una observación en segundo grado,1 César Valdez explora los expedientes temáticos y de personal del fondo de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales del Archivo General de la Nación (AGN).2 Si bien este fondo se constituye como la fuente principal de su investigación, la averiguación se complementa con la documentación obtenida del Archivo Calles y Fernando Torreblanca, así como de los fondos presidenciales del AGN, fondos de conflicto religioso y particulares (p. 17).

Mediante la lectura formal, valorativa y simbólica del corpus documental con el que procede, el autor permite comprender no solo las lógicas internas y externas del Departamento confidencial, sino que también ofrece un panorama del papel que tuvieron los agentes en la vigilancia y persecución llevada a cabo por una institución que formó parte toral en la construcción del Estado-nación mexicano. Su manera de proceder recuerda el paradigma indiciario del que hablaba Carlo Ginzburg en la Revista di storia contemporánea,3 donde a través de huellas e indi cios sumerge al lector en una trama que bien podría ser el telón de fondo de una novela policiaca sobre la posrevolución mexicana.

En Enemigos fueron todos, Valdez desarrolla su argumentación a partir de dos momentos. El primero lo podemos situar en los capítulos uno y dos de la obra. En cada uno de ellos se traza la historicidad del Departamento Confidencial, así como las condiciones laborales y culturales bajo las cuales se desempañaron los agentes que trabajaron en esta institución desde los primeros años de la década de los veinte hasta 1942.

Creado en 1924 como una institución de vigilancia y control político de la Secretaría de Gobernación, durante su existencia el Departamento, que en 1935 pasaría a llamarse Oficina de Investigaciones Políticas y Sociales (OIPS) y en 1942 Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS), respondería a diferentes intereses políticos del México posrevolucionario. La creación del Partido Nacional Revolucionario y la pérdida de importancia de la Secretaría de Gobernación, así como la llegada al poder del proyecto cardenista y la limpieza de todo rastro callista, fueron algunos de los momentos que marcaron las prácticas de vigilancia del Departamento.

Por ejemplo, en la década de los años veinte (de 1924 a 1927) las prácticas de vigilancia y persecución estuvieron encaminadas a la investigación de delitos comunes, robos, secuestros, asesinatos y tráfico de estupefacientes, así como a los asuntos político-religiosos que vivía el país. En cambio, en la década de los años treinta y mediados de los cuarenta, la vigilancia recaería en las organizaciones de derecha e izquierda, así como en la llegada de extranjeros al país.

Por otro lado, el interior del Departamento se caracterizó por un intento constante de organización burocrática. El ambiente en el cual se desarrollaron los agentes -concebidos como protectores de los intereses de los mexicanos y vigilantes de las instituciones- careció de un reglamento interno,4 de las condiciones materiales mínimas para llevar a cabo su labor, así como de una subordinación al estado mayor presidencial y poca preparación profesional. Sobre este último punto, César Valdez señala que, a partir de la instauración del primer reglamento interno en 1934, se esperó que los agentes, nombrados servidores de la nación, fueran personas instruidas en el conocimiento de la constitución, lectores de la prensa y poseedores de valores como lealtad, discreción, honradez, valor civil, sagacidad, buena conducta y responsabilidad. En este tenor, resultan relevantes los casos de Amalia Mendoza Díaz y José de la Luz Mena que, con una experiencia y trayectoria respetable, representaron el ideal de agente que la institución pretendía formar.

En el segundo momento de la obra, el autor ofrece al lector una ventana de acceso para comprender la construcción de los diferentes “enemigos” vigilados durante el México posrevolucionario. En “El enemigo reaccionario. Vigilancia y persecución a organizaciones católicas”, se aborda la forma en que el estado mexicano intentó controlar al enemigo clerical y reaccionario en tres etapas diferentes: Guerra cristera de 1926-1929; segunda cristiada en 1932-1939; y la tercera etapa protagonizada por el sinarquismo y el quintacolumnismo nazi. Las organizaciones que pretendieron velar por la defensa de la religión, por ejemplo, los Caballeros de Colón y la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, se convirtieron en enemigos de la revolución.

Para poder controlar a estos grupos, el estado mexicano trató de combatir esta amenaza en la esfera de la política pública. La tarea de vigilancia se llevó a cabo a través de la recopilación de información contenida en noticias, artículos, así como en la denuncia pública de la población y el “repertorio cultural” de los propios agentes que, de acuerdo con el autor, en su mayoría eran católicos o conocían la estructura institucional de la iglesia. La lucha por el control de la educación fue el telón de fondo de la tensión entre el estado y el radicalismo católico.

En “La vigilancia a la Unión Nacional Sinarquista” se presentan algunas reflexiones sobre el papel que tuvo este movimiento en la lucha por el control de la educación. A partir del artículo que Pablo Serrano álvarez escribió sobre el espionaje con el sinarquismo, César Valdez enfatiza que la vigilancia a esta agrupación pasó por una serie de fluctuaciones que se deben leer a la luz del contexto internacional. Fundada en 1937 con un fuerte componente rural-campesino, la Unión Nacional Sinarquista demostró tener un impacto considerable en la conducción de las masas, situación que la colocó como una amenaza para la estabilidad política y un competidor en la arena pública. Sin embargo, sería la entrada de la segunda guerra mundial la que modificaría la manera en la que los servicios de seguridad concibieron a la Unión, ya que, al vincularlo con el nazi-fascismo, se le interpretó como un movimiento interesado en la caída de la revolución.

Finalmente, la obra cierra con dos apartados dedicados a la vigilancia sobre la clase política y las izquierdas en la posrevolución. A través de algunas figuras que participaron en la construcción insti tucional de la posrevolución, como Luis Cabrera, Alberto J. Pani y Francisco Serrano, César Valdez menciona en “Vigilancia y rupturas en la familia revolucionaria”, que uno de los “objetivos más impor tantes de los sistemas de seguridad y vigilancia fue la clase política en general” pero, sobre todo, “los aliados más cercanos” al círculo político (p. 225). La emergencia del Partido Nacional Revolucionario en 1928 sentaría las bases del nuevo pacto político y, con ello, un nuevo temor: proteger a toda costa la fragilidad del poder.

En este sentido, las izquierdas representaron otro de los enemigos que podían atentar contra fragilidad del poder. Sin embargo, tal como lo apunta Valdez en “Vigilancia y control político. Las izquierdas en la posrevolución”, “el centro de interés de la investigación se movió del movimiento político de masas a un personaje en concreto” (p. 268). Herón Proal, David Alfaro Siqueiros, Tina Modotti, fueron algunas de las figuras en las que se concentrarían las investigaciones realizadas por la institución del Estado. La intensidad con la que fueron perseguidos, la presencia constante del Departamento en asambleas y reuniones, así como la incautación de imprentas y la cancelación de publicaciones, cambiaría dependiendo del papel que las izquierdas tuvieran en “la conformación de las organizaciones obreras o campesinas” (p. 309).

En Enemigos fueron todos, el lector podrá encontrar una propuesta diferente sobre las instituciones de vigilancia y control político en nuestro país. A través de un desmontaje histórico que desmitifica la percepción omnisciente en torno a los sistemas de inteligencia, el Departamento se constituye como un escenario social que permite comprender la incipiente construcción institucional del México pos revolucionario, las inquietudes de la clase dirigente respecto a todo lo que se tornaba peligroso para la estabilidad institucional, así como la configuración de diferentes enemigos que variaron en el tiempo según las circunstancias políticas, sociales y culturales del contexto nacional y mundial. El rigor analítico de César Valdez trastoca la percepción que el cine y la literatura han creado alrededor de los agentes de investigación para demostrar que, al menos para el caso mexicano, los agentes del Departamento confidencial se caracterizaron por trabajar a partir de la precariedad y la improvisación en una institución que estaba en vías de construcción.

 

Notas

[1] Alfonso Mendiola, “El giro historiográfico: la observación de observaciones del pasado”, en: Alfonso Mendiola (coord.), La historiografía: una observación de observaciones, México: Ediciones Navarra, 2019, pp. 163-194.

[2] La mayoría de los documentos que conforman este fondo está integrada por informes de agentes que colaboraron dentro del Departa mento confidencial y los diferentes nombres que éste adquirió con el paso del tiempo. Valdez, Enemigos, 2021, p. 42.

[3] Carlo Ginzburg, “Huellas. Raíces de un paradigma indiciario”, en: Tentativas, México: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2003, pp. 93-155.

[4] Tal como el autor lo señala, el reglamento interno sería creado hasta mediados de los años treinta.